Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Que dice Gallardón que va a reformar la Gran Vía. ¿Qué boda sin la tía Juana? ¿Qué alcalde sin la Gran Vía? ¡Jesús, José y María! ¡La Gran Vía! ¿Todavía será negocio reformar la Gran Vía? Será. Gallardón dice que su reforma de la Gran Vía no persigue el negocio, sino la felicidad social. ¿En qué consiste el centrismo, sino en que de lo que hace una mano no se entere la otra? Lo veo y no lo creo. ¡Reformar la Gran Vía! ¿Queda algún reloj en hora en esa zona? ¡Fuera! ¿Alguna cruz de farmacia encendida? ¡Fuera! Y así. ¿Qué más podemos quitar de la Gran Vía? “Vamos a eliminar los elementos agresivos”, ha dicho el alcalde, aunque no sabemos qué quiere decir con eso. ¿Quizás que va a eliminar a los municipalones que pegan a los niños que patinan por las calles? ¡No hay redaños! El prestigio viril de la municipalidad madrileña se iría a hacer puñetas. Y los chavales, además, no se fiarían. “¡Venga, niños, a patinar a la calle, que los guardias ya no os van a pegar!” Pero un niño del Madrid de Gallardón es como un perro de Paulov: oye la campanilla y se le hace la boca gaseosa. Yo a los míos los he vuelto locos. Primero les enseñé que los policías eran estupendos. Como dice el doctor House, con su jodida sorna: “Los policías son buenos. Cuando nos perdemos en el centro comercial, ¿quién nos busca?” Pues eso. Pero luego oí rumores, y tras de los rumores, crujir de costillas. Entonces les enseñé lo que aprendí de turista en Méjico. ¿Que ellos vienen por la acera de la sombra? Vosotros, hijos, idos por la del sol. Y al revés. Mi admirado concejal Calvo no me quitará la razón. Con la policía atenta a que no patine la infancia, tiene Madrid que parece Sierra Morena, lo cual, turísticamente, es cojonudo, porque atrae a muchos hispanistas que luego se dejan sus dineros en las fondas. Gallardón quiere que, además de a las fondas, vayan a los teatros, a aplaudir a los cómicos mantenidos por la concejala Moreno. ¿Que no hay teatros? No importa: se cogen los cines americanos, que son reaccionarios, y se convierten en teatros españoles, que son progresistas. Lo difícil es eliminar la agresividad. A Zidane, para curársela, lo han condenado a trabajar... con niños. Tome nota el concejal Calvo.

