PEPE CAMPOS
Plaza de toros de Las Ventas, Madrid.
Jueves, 17 de julio de 2025. Cuarta novillada del ciclo veraniego nocturno Plaza 1 «Cénate Las Ventas». Novillos mansos y «deshumillados» de Los Toreros. Media entrada. Noche calurosa de mitad de julio.
Novillos de Los Toreros, de sangre Domecq, bien presentados, mansos, de cara alta, con poca «humillación», obligaron a los espadas a saber qué y cómo se les hacía el trasteo; el primero, flojo y noble; el segundo, remiso; el tercero, abanto y de poco recorrido; el cuarto, con fuelle y empuje; el quinto, parsimonioso; el sexto, noble. Cuarto y sexto, recibieron menor castigo en varas y más proporcionado, y puede que por ello respondieran mejor en el último tercio. Pitados en el arrastre, primero y segundo. Silenciados, tercero y quinto. Aplaudidos, cuarto y sexto.
Terna: Sergio Sánchez, de Badajoz, de lila y oro, con cabos blancos; veintiún años de edad; ocho festejos en 2024; leves palmas y silencio tras aviso. El Mene, de Zaragoza, de fucsia y oro, con cabos blancos; de veinte años; diez festejos en 2024; silencio y oreja con algunas protestas. Javier Zulueta, de Sevilla, de rosa palo y oro, con cabos blancos; veinte años; treinta y cinco festejos en 2024; silencio tras aviso y saludos tras aviso.
Suerte de varas. Picadores: Primer novillo —Álvaro Marrón—, primera vara, sin poner en suerte al astado, colocación trasera de la vara, le da fuerte, muy duro, con barrena, metisaca mientras le tapa la salida, el astado sale suelto; segunda vara, en suerte el astado, trasera y caída, con metisaca, se va suelto. Segundo novillo —Alberto Sandoval—, en la primera, el novillo entra sin estar puesto en suerte, el hierro cae bajo, le da metisaca y el astado sale suelto; segunda, en suerte, marra y rectifica, vuelve a marrar, la vara cae trasera en simple picotazo. Tercer novillo —Rafael Campos ‘Carioca’—, primera, en suerte, trasera y caída, metisaca, le tapa la salida, le da fuerte, el novillo empuja y sale suelto; segunda, en el tendido cuatro, trasera, se le da y sale suelto. Cuarto novillo —Héctor Piña—, la primera, al relance, trasera y caída, sale suelto; la segunda, trasera, sale suelto; recibió menor castigo. Quinto novillo —Juan Francisco Romero—, primera, al relance, caída, se acuesta y sale suelto; segunda, sin estar en suerte, trasera, le da y sale suelto. Sexto novillo —José Adrián Majada—, primera, en suerte, se rompe el palo; segunda, en suerte, buena vara en la cruz, sale suelto; segunda, en suerte, en la cruz, sale suelto. José Adrián Majada fue el único picador que hizo decentemente su trabajo.
En la vida es muy importante, por no decir esencial, la disposición, la determinación ante cualquier tarea. Podríamos asegurar que en el mundo de los toros, mucho más. Y no digamos si se torea en Madrid. Es uno de los aspectos que más mide la plaza de Las Ventas —en el fondo una plaza fácil si el espada está dispuesto al triunfo—. En este sentido, muy al contrario, si al matador no se le ve disposición es muy complicado que se le abra el éxito en la arena de Madrid, porque el aficionado venteño es renuente a dar, ni a valorar en positivo si los toreros no están dispuestos a enfrentarse con todo el valor posible a los astados que les corresponden en la lidia. Todo esto suena de manera dura y áspera, pero es una verdad contrastada. No queremos decir que los novilleros de ayer noche, no quisieran triunfar (de hecho en lo que hemos señalado como tener determinación, debemos exceptuar a Sergio Sánchez, que la tuvo) si no que si les tocar lidiar novillos desagradables, ásperos, mansos, de poca entrega, o fuera de su estilo, ellos —los novilleros— son los que deben dar el paso adelante y poner en el trasteo aquello que les falta a los novillos, es decir, introducir decisión, resolución, arrojo o audacia. Por esta razón, Madrid es una plaza complicada porque no deja lugar a las dudas sobre el ánimo que es necesario tener para torear en su redondel. Si se tiene ánimo el aficionado castizo de Las Ventas lo va a agradecer y a valorar en demasía; si el torero aparece con poco o escaso denuedo, de manera instintiva en el coso madrileño se extiende una interrogante sobre el trabajo y la valía del espada en turno y el aficionado da la espalda incluso a la propia razón, como puede ser que ese espada tenga buen corte y pueda llegar a torear con sabiduría y temple —pero, tal vez, a otros astados más comerciales y facilones, apropiados a su estilo—.
Para ir analizando lo sucedido ayer noche, el novillero Sergio Sánchez dispuso entrega y por ello pudo ser mejor valorado, pero le falto acierto en su primer novillo, y cuando las cosas le salieron más rodadas, en su segundo astado, falló repetidamente con la espada y se le esfumó todo atisbo de tocar pelo. En la otra parte, sus dos compañeros, novilleros más punteros, desplegaron un ánimo controlado y racional que les podía servir ante novillos a modo, de su estilo, es decir, ante animales más boyantes, con recorrido, con humillación, con clase, como se suele decir en el argot taurino; pero esto no sucedió, pues se tuvieron que enfrentar a novillos que no se «postraban» o no «descolgaban» sus cabezas para ser toreados con la suavidad que el toreo vistoso requiere, si no que se negaron a «humillar» y plantearon complicaciones para ser llevados con el pulso adecuado en el capote y la muleta. Entonces las lidias y los trasteos no era que fácil que salieran con perfección, y por esa causa, el matador, para triunfar y estar a la altura necesitaba dar un paso adelante e imprimir más ajuste a las acciones, apostar por torear cruzado, más apretado, más reunido y no despegado, ni con lejanías o por fuera; si no con mando. Aquí tenemos otra de las claves de los triunfos en Madrid, la de torear cruzándose en el muleteo —lo que conlleva el planteamiento posible de cargar la suerte— e imprimir sentimiento y emoción hacia el dominio del toro, aunque los pases no salgan limpios del todo; dentro de una apuesta de firmeza verdadera, de compromiso con el toreo, para imponerse a cualquier tipo de astado, pero sobre todo a los toros remisos, renuentes, a los poco colaboradores, pues el que tiene que cooperar es el matador y entender que lo que le falta de colaboración al animal le toca ponerla a él.
Ayer, como decíamos les falto un ápice de decisión, de compromiso, de irse hacia delante a los dos novilleros que apuntan a ser algo en el futuro, si bien uno de ellos triunfó en último extremo, por enrabietarse tras ser levantado del suelo y volver a la cara del burel, y por el buen uso del acero, que fue su nota de excelencia que los buenos aficionados de Madrid guardaron en su agenda de recuerdos y de tasaciones. Si entramos en el análisis de lo sucedido en la parte del toreo, hay que comentar que Sergio Sánchez, como hemos indicado se mostró en todo momento dispuesto pero le faltó acierto. En su primer novillo, no lanceó bien con el capote; en la muleta, inició su labor en los medios, de rodillas y el novillo le fue comiendo. En terrenos del uno, al natural, el novillo se dirigió hacia querencia en el momento que le empitona. Después con la derecha en terrenos del cuatro vuelve a ocurrir algo similar en torno a cómo detener al novillo que se salía de las suertes, pues era muy manso y necesitaba ver sólo trapo; por ello, ante una muleta retrasada era difícil meterle en vereda. Tras unas manoletinas finales, en terrenos del cinco, Sánchez es cogido de nuevo al cerrarlas con el pase de pecho —cornada de diez centímetros—. El novillo se va al seis y le cuesta cuadrarle; y lo mata en el siete, tras recorrer tablas, en la suerte contraria, en una estocada por arriba. En su segundo novillo, el sexto —tras salir de la enfermería y haberse corrido los turnos—, lancea con verónicas y chicuelinas al mismo tiempo, y con la muleta —grande— plantea la faena en el ocho ante un astado que responde. En redondo le sale una primera tanda decente, una segunda al natural donde es desarmado, para ligarlos a continuación. Una tercera serie al natural con pierna retrasada y tiempos muertos. Bernadinas finales. Lo mata en la suerte contraria, de un pinchazo; y en la suerte natural, de un bajonazo enhebrado y una estocada baja.
El Mene, es un torero de buen corte, vertical, con buena figura y se le nota que sabe llevar al toro con buen trazo, con dibujo fino y armonioso. En su primer novillo, con el capote se muestra envarado en las verónicas, con la muleta en terrenos del siete, inicia la faena con buenos doblones por bajo, rodilla en tierra, remata con un natural y uno de pecho abiertos. En el toreo en redondo dispone compás abierto, más cercanías, cierta limpieza. En el toreo al natural, despegado, limpio —ya en el ocho— remata los pases abiertos. Al volver al toreo en redondo, menos ajuste, más en cercanía y ya el toro no pasa. No hay remate en la faena, el novillo agotado —fue mal picado— tarda en cuadrar. Lo mata en la suerte natural de un pinchazo, y, en la contraria, de estocada entrando con verdad. Lo mejor la brevedad. Lo peor el toreo despegado y poco cruzado. En su segundo novillo —el cuarto— dio verónicas más templadas. De nuevo inicia su labor por bajo con muletazos bien dibujados con pierna genuflexa en terrenos entre el ocho y el nueve. Con la derecha, compás abierto, temple, muy abierto o despegado, faltando recoger al novillo, una segunda tanda ligada pero pierna retrasada. Al natural liga más los muletazos, es corneado en la segunda tanda al no darle salida al novillo. Al volver a la cara del astado logra lo mejor de la tarde, tres naturales de frente rematados con un pase por bajo rodilla en tierra. Lo vuelve a matar bien en la suerte natural de casi una entera.
Javier Zulueta, es un novillero fino, elegante, de armonías y buenas maneras. En su primer novillo le cuesta pararlo, las verónicas le salen enganchadas. En la muleta tarda en centrarse con el burel. Con la derecha en terrenos del diez torea con temple, algo despegado y perdiendo pasos. Logra un buen cambio de mano en la segunda tanda. Al natural, al comienzo, buen planteamiento y pulso y una excelente trinchera. Al volver a la derecha la faena va a menos, con enganchones ante un novillo que se le quedaba. Lo mata en la suerte contraria, de un pinchazo y estocada delantera atravesada, más un descabello. En el quinto novillo de la tarde —su segundo— no se ajusta con el capote. Con la muleta en el nueve, inicia el toreo por bajo hacia los medios. En redondo no redondea los muletazos, el novillo le toca los engaños. Al natural es desbordado y le desarma. En una segunda serie da dos buenos y una trinchera. Alarga la faena en demasía. Dibuja buenos naturales pero sin rotundidad ni apreturas en una labor que se va dilatando. Mata en la suerte contraria de estocada algo caída. Todo queda en un apunte.

