martes, 1 de julio de 2025

Palo y Zanahorio



Ignacio Ruiz Quintano

Abc


Trump arrasó en las presidenciales con la promesa electoral de acabar con las guerras imperiales de catálogo: “Si votáis a Kamala –avisó–, en seis meses nos mete en otra guerra.” Que son los meses que ha tardado él en llevarnos a la guerra contra “la teocracia iraní”, dando gracias a Dios:


Sólo quiero agradecer a todos, en especial a Dios. Te amamos, Dios. (“I just want to thank everyone, in particular God. We love you God”).


Hombre, no debe de ser fácil dirigir un imperio en quiebra técnica (algo que desde los 70 venía anunciando Michael Hudson), y que se lo digan, si no, a nuestro Pedro Sánchez, capataz de un país en cuyo imperio no se ponía el sol y que ahora, de apagón en apagón, se ve abocado a convocar ruedas de prensa sin prensa, a oscuras y contraprogramando el partido del Madrid en el Mundial.


Los gringos desindustrializaron la metrópoli en aras de la economía financiera, y cuando al dólar no le queda ya más respaldo que el lema “In God We Trust” hacen jerebeques para establecerse en el bitcoin para sostener como estrategia de hegemonía el espectáculo militar, deficitario desde Corea en el 50, pues como la rosa de Gertrude Stein, “una guerra es una guerra es una guerra”… También el palo a Irán, por mucho que lo niegue Trump, que con este episodio se ha ganado para la Historia el mote de “Zanahorio”, como lo llama la derecha castiza. En el imperio siguen mandando los neoconazos trotskistas que entraron al “deep state” por la gatera de Florida con las papeletas de mariposa en la riña Bush/Al Gore.


Vamos a tomar siete países: Irak, Siria, Líbano, Libia, Somalia, Sudán y, para terminar, Irán –le dijeron a Wesley Clark un día que se pasó por el Pentágono a despachar rutinas.


Clark venía de bombardear Serbia sin papeles, así que de escrúpulos morales iba con lo justo. Y, sin embargo, salió... mosqueado. Después de todo, un hombre tan bello por fuera no podía ser tan feo por dentro. Si sería bello que con su retrato virtual unos desaprensivos estafaron hace un par de años a una vecina de Morata de Tajuña, con final trágico.


El daño a la causa conservadora con los gatillazos de Boris Johnson, belicista en Ucrania, y Donald Trump, belicista en Persia, es devastador. Tan devastador que a esa causa el único pacifista que le queda es Feijoo, que en plena kermese sanchista no se va a la guerra contra el gobierno. ¡El magistral manejo de los tiempos! Feijoo sería como uno de aquellos botellines de Churchill el día de su vibrante discurso a la Cámara para arengar al país a la lucha en los campos y en las ciudades, en las calles y en las casas… Desatado el entusiasmo, Churchill se inclina hacia su Robert Anthony Eden, I conde de Avon, y le murmura:


No sé con qué vamos a bregar con esos c… (los nazis), como no sea con botellines de cerveza


Churchill venía del Cuartel General, donde, al preguntar cómo estaban las cosas, el jefe de la RAF le contestó: “Acabamos de enviar el último escuadrón”.


[Martes, 24 de Junio]