sábado, 7 de febrero de 2015

Economía para jornaleros


 El ombligo del mundo. Delfos.



 Monumento a jornaleros y jornaleras. El Coronil, pueblo de Diego Cañamero



Francisco Javier Gómez Izquierdo

      Una de las costumbres griegas que más llamó mi atención en un viaje de quince días que disfruté hace unos años por Atenas y el Peloponeso, lejos aún de las convulsiones económicas contemporáneas, fue ver cómo en las plazas de Atenas, la de Sintagma sin ir más lejos, el personal de género masculino cogía los periódicos de los rimeros apilados en torno al kiosco  y sin asomo de pudor los hojeaban tranquilamente y hasta comentaban con el vendedor los posibles fichajes del PAOK de Salónica. Tras ponerse al tanto de la actualidad, atenienses y corintios  doblaban el periódico y lo volvían al montón despidiéndose educadamente del kiosquero. Supongo que era una de esas variedades del derecho consuetudinario a las que los actuales griegos creen tener derecho por nacimiento.

     En aquel viaje comprendí que la inmortalidad de Grecia está en sus piedras, que los griegos están orgullosos de lo que fueron y que están convencidos que el Mundo les debe lo que es. Repetían sin descanso que Roma les copió su arte y arquitectura, Europa  les robó el conocimiento y Turquía... bueno, de Turquía mejor no digo lo que decían.  No es que esperara encontrarme nuevos Sócrates y Aristóteles, pero reconozco que me defraudó mucho el ciudadano griego, sólo amable con monedas de por medio. Recuerdo que en Delfos, ante el “ónfalo” que dejaran caer las águilas de Zeus para señalar el centro de la Tierra, el guía recontaba por cuarta vez turistas por parecerle que quedaba alguno por pagar y que las ofrendas y ex-votos en el santuario nos las explicaba un libro ilustrado que reflejaba fielmente la descripción de Pausanias y que un servidor había tenido la precaución de adquirir por si las moscas.

     No es de extrañar que me vengan recuerdos de aquellos días cuando veo a ese ministro Varoufakis altanero y sabihondo, tan pagado de sí mismo y que recorre Europa exigiendo los derechos de autor de Herodoto, Heráclito y Platón. A mí, éste señor no me parece ministro. Más bien me da el aire a uno de esos actores modernos que van de duros y seductores y derriten mujercitas con una sonrisa arrebatadora, pero a mí su sonrisa me parece un tanto bobalicona y pretenciosa y un todo mentirosa y timadora, habilidad ésta última para la que se precisa mucha cara dura y no ponerse nervioso.

     No tengo ni idea de economía, y para entender las cosas de los dineros busco siempre ejemplos muy cercanos y de fácil comprensión. Sin llegar a la delirante desfachatez de la sociedad griega, Andalucía tiene ciertas semejanzas al modo de entender la vida de este Yanis Varoufakis siempre posando por si le miran bellas. Veamos:

   A Rafael lo metieron preso por “buscarse la vida” vendiendo chocolate, pastillas y cosas así. Rafael es de pueblo, vive con sus padres y otros dos hermanos. El alcalde llama a su padre a limpiar las calles para sumar las  peonadas que necesita para el subsidio. Sus hermanos y su madre cogen el algodón y la aceituna de la finca de un terrateniente y también  juntan las peonadas para cobrar. Rafael cobra el subsidio aunque esté en la cárcel porque el alcalde como “es de p... madre se enrolla con mi gente” y le firma las peonadas como si hubiera trabajado “enlosando las aceras del pueblo”.
      
-Hombre, entre nuestros trapis con el chocolate y el paro agrícola, mi comprao  un cuatro por cuatro, pero la verdad es que la cosa está mu mala.

       Leo los palabras de los gobernantes de Syriza y su derecho a seguir cobrando por holgar y no dejo de acordarme de Rafael y su convencimiento de que como en los pueblos de Andalucía los jornaleros han sido siempre pobres y explotados, es justo su derecho a recibir un subsidio agrícola eternamente. “¿Y quién paga tu paga?”. "Pues los ricos ¿no?, que para eso les sobra".