Thomas Bernhard
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
En el país de Don Juan, San Valentín es un testigo de Jehová regalando a la novia ejemplares de “Reveille-toi!”
––¡Cuántas ganas tienen los jóvenes de hacer el amor! –dice a Ullán el pintor Juan Soriano–. Pero después no quieren reconocer que eso sólo consiste en darse panzazos en la oscuridad.
–Yo prefiero verlo en un perro –contesta Thomas Bernhard–. Mirarlo y permanecer fuerte.
Cuando hablan de jóvenes, vuelvo siempre a Thomas Bernhard (murió por estas fechas), mi “fox-terrier” de pelo duro favorito, que tanto y tan bien ladró contra la nata batida (“de la nata batida no sale nada”) de la socialdemocracia.
Para Bernhard (“En busca de la verdad”, de reciente edición), los escritores son oportunistas: se inclinan a la derecha o a la izquierda y viven de esa forma. Están absorbidos por los partidos políticos. Y el café que se toman por la mañana lo paga el Estado.
–¿Qué hacéis con vuestro tiempo, que sólo está ahí una vez para vosotros, y que se os deshace en la lengua antes de probarlo?
Débiles y carentes de principios, le parecen “nuestros jóvenes y oportunistas escritores”: capitulan ante la pequeñez y pactan con la industria que garantiza los premios; sus libros son aburridos, y su lengua, ficticia, como de no haber vivido nada; la época en que se alzaban contra los presidentes… ¡ha pasado!
–Las subvenciones os aniquilarán.
Supongo que no faltará juventud que trabaje “con energía, con tenacidad y con indiferencia hacia sus enemigos”. De los espíritus jóvenes y a contracorriente que conozco, dos, Hughes y Rosa Belmonte, están (dónde, si no) en ABC, y uno, Emilia Landaluce (que no oyó a Chicho cantar el “A contratiempo” de García Calvo) ha estado.
–Cuando hay cien que marchan en una dirección –dice Bernhard, que odia al deporte, contra la masa–, el centésimo tiene que ir evidentemente en la dirección opuesta. Sin preguntarse por qué.
Como San Valentín en la cola del Decathlon o como Don Juan en el desfile del orgullo gay.