Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Nos jugamos la democracia, dicen los tertulianos.
En una situación así, los americanos tenían a Paine, que se inventó el derecho a la felicidad, y a Hamilton. Nosotros tenemos a Pablemos, que se inventa el derecho a decidir, y a Rivera.
Hamilton leía a Montesquieu y sabía que, dado que “los hombres son ambiciosos, vengativos y rapaces”, a un poder sólo se le paran los pies con otro poder.
Rivera lee a Arcadi Espada y dice que va a enseñar a los andaluces (¡enseñar a los andaluces!) a pescar, arrancando de Rosa Belmonte un juicio final: “Rivera, capitán Pescanova con rizos de angelote ascendiendo en el Misterio de Elche, ha metido la pata”.
La izquierda es una pelea de negros en un túnel.
La derecha se bate entre el voto bizarro, que apunta a la abstención, y el voto cursi, que es el que disputa Rivera, que ha venido a Madrid con Conthe, que es como venir (por su cara de juez) al levantamiento de un cadáver.
¡Cómo estará España para que en ella pase por cursi enseñar a pescar a los andaluces o levantar un cadáver en Madrid!
Ciudadanos es un CDS del pobre, con su suarismo huero, chirle y hebén. Su líder cita mucho a Sabina, y sus turiferarios, a Ortega, que en febrero de 1920 pedía en “El Sol” un gobierno militar para acabar “con estas farsas parlamentarias que tanto nos repugnan”:
–Son los militares los que deben imponer silencio y orden en este galimatías político, dando con su sable en los consejos ministeriales y apoderándose del poder si la Corona no cree llegado el momento de otorgárselo de buen grado.
Claro que Rivera no viene a eso a Madrid. Rivera tampoco viene a Madrid a traer la democracia hamiltoniana (separar los poderes y cambiar el sistema proporcional que niega la representación). Rivera viene a Madrid a acabar… con los contratos temporales. Para eso se desnudó Rivera, tras de lo cual Rosa Díez, la jefa del partido de Irene Lozano, ha podido hacer la declaración política del año:
–No nos acostamos con cualquiera.