Ignacio Ruiz Quintano
Abc
El morro es el prestigio de nuestra época.
Monedero, el tesorero de Podemos, tiene mucho prestigio y, al menos, un cobro en Venezuela de cuatrocientos mil euros, que en España viene a ser lo que un décimo del Gordo de Navidad antes de pasar por la garlopa de Montoro, que lo deja en trescientos veinte mil.
Lástima que, en vez de Venezuela, no fuera de Chile, el país de Neftalí Reyes, a quien Monedero, que también tiene sus aficiones líricas, robó su “Orinoco” para echárselo en los ojos (“He amanecido con un Orinoco triste paseándose por mis ojos”) y hacer ver lo que lloraba por la muerte de Chávez.
En Chile la lotería se llama polla, y sólo con eso habríamos ganado todos, empezando por los humoristas de los Goya, siempre con hambre de sal gorda atrasada.
–¿Supiste que Monedero se sacó la polla? –podrían poner en boca de Lomana, esa dama que nos pregunta, y a lo mejor con razón, por qué Monedero habría de aportar algo (algo más allá del favor de su mera presencia) a la comunidad.
“Deberíais estar felices de que Monedero tenga cash. Un político que sabe ganar dinero y tiene no estará ansioso por el mangoneo”, tuiteó Lomana a sus tuiteros. (La pega es que quien trabaja todo el día no tiene tiempo de ganar dinero, al decir de Rockefeller, que económicamente podría codearse con Lomana).
Me emociona esa ternura protectora de la mujer bien española hacia los hombres calaveras. Cuando Roldán dirigía a la Guardia Civil y se publicaron sus primeros saldos bancarios, él explicó que eran producto del juego en Bolsa, y Cristina Alberdi, ministra de lo social en el Gonzalato, creyendo estar ante un emprendedor de leyenda, declaró que el mercado daba oportunidades al que se arriesgaba, y que a ver si se animaban los guardias jóvenes a bailar con su nómina en los corrillos bursátiles.
Me hace gracia Monedero: me recuerda al peje de Quevedo, un hombre a un morro pegado, elefante boca arriba, reloj de sol malencarado…
–Érase un peje espada mal barbado.