30M, que no pare la fiesta
Francisco José Gómez Izquierdo
El sindicalismo amigo que tanto rédito consiguiera en el Califato de Córdoba no está dispuesto a perder privilegios ante el recién venido alcalde, un fascista que se indigna porque la limpiadora contratada a dedo en una cosa que llaman Instituto de Empleo Municipal cobre 3.000 leurazos mensuales; o que los alumnos de una escuela infantil, también municipal, salgan a 1.000 por niño al mes... a costa del Ayuntamiento, claro está. Imagine usted los papás de las criaturas y los puericultores (o algo así) allí empleados.
Dando por bueno el jolgorio del jueves 29, los empleados públicos que han alcanzado la categoría por fidelidad a unas siglas y entre los que hay que destacar a los bomberos y los policías locales -cuerpos estos cuyas oposiciones se denuncian sin éxito por supuesta entrega de exámenes a los afiliados a Comisiones-, han decidido seguir con la fiesta, cueste lo que cueste. Así, y como los patilludos bandoleros de Despeñaperros esperaban las diligencias, los municipales y los bomberos esperan los plenos para colar... y colarse con eso que llaman “los indignados” a montar un Cristo al alcalde en el Salón de Plenos.
Para que quede clara su mala fe, los supuestos defensores del orden en la ciudad ridiculizan en Viernes de Dolores el paso de la Doliente Señora, chirigoteando ridículamente en danza alrededor del paso ante el asombro del cordobés de ley. Sus amos hasta antier jalean la ocurrencia, olvidando su grave y aplicada presencia en los palcos de Semana Santa todos estos años.
Dicen que no van a parar y me huele a experimento progresista para probar estrategias a nivel nacional. Aquí no se precisan Willys para amargar a un alcalde que a pesar de su más que mayoría absoluta le va a tocar padecer lo que no está en los escritos para intentar colocar lo que está manga por hombro. Aquí hay un Willy tras cada ventanilla y “guindillas” hay que además de barba llevan pistola.
En el Pleno del día después, el más pinturero, Sandokán, que a la pregunta de si estuvo incómodo o le aburrieron los abucheos, contestó.
- Conmigo no pueden. Yo soy un tigre.
El sindicalismo amigo que tanto rédito consiguiera en el Califato de Córdoba no está dispuesto a perder privilegios ante el recién venido alcalde, un fascista que se indigna porque la limpiadora contratada a dedo en una cosa que llaman Instituto de Empleo Municipal cobre 3.000 leurazos mensuales; o que los alumnos de una escuela infantil, también municipal, salgan a 1.000 por niño al mes... a costa del Ayuntamiento, claro está. Imagine usted los papás de las criaturas y los puericultores (o algo así) allí empleados.
Dando por bueno el jolgorio del jueves 29, los empleados públicos que han alcanzado la categoría por fidelidad a unas siglas y entre los que hay que destacar a los bomberos y los policías locales -cuerpos estos cuyas oposiciones se denuncian sin éxito por supuesta entrega de exámenes a los afiliados a Comisiones-, han decidido seguir con la fiesta, cueste lo que cueste. Así, y como los patilludos bandoleros de Despeñaperros esperaban las diligencias, los municipales y los bomberos esperan los plenos para colar... y colarse con eso que llaman “los indignados” a montar un Cristo al alcalde en el Salón de Plenos.
Para que quede clara su mala fe, los supuestos defensores del orden en la ciudad ridiculizan en Viernes de Dolores el paso de la Doliente Señora, chirigoteando ridículamente en danza alrededor del paso ante el asombro del cordobés de ley. Sus amos hasta antier jalean la ocurrencia, olvidando su grave y aplicada presencia en los palcos de Semana Santa todos estos años.
Dicen que no van a parar y me huele a experimento progresista para probar estrategias a nivel nacional. Aquí no se precisan Willys para amargar a un alcalde que a pesar de su más que mayoría absoluta le va a tocar padecer lo que no está en los escritos para intentar colocar lo que está manga por hombro. Aquí hay un Willy tras cada ventanilla y “guindillas” hay que además de barba llevan pistola.
En el Pleno del día después, el más pinturero, Sandokán, que a la pregunta de si estuvo incómodo o le aburrieron los abucheos, contestó.
- Conmigo no pueden. Yo soy un tigre.
A éste “Mini”, retenido por los piquetes, quería multarlo
un cabo de “los locales”
un cabo de “los locales”
Rubia y con botas, una de los doce, junto a Gordillo y Valderas