sábado, 21 de mayo de 2022

Un dedo de Estado


 

 

Ignacio Ruiz Quintano

Abc


    He visto en una foto a Simancas, el Besteiro de Kehl (Alemania), señalar con el dedo (¡ah, aquel “dedo moreno” de Franco, que decía Pemán!) la puerta de salida a Paz Esteban, chivo expiatorio (los chivos expiatorios, escribe Jünger a Schmitt, no tienen nada de malo: “¡A cada cual su chivo expiatorio!”) del voyeurismo sanchista a los separatistas en el CNI. Obama tuvo pinchado el móvil de frau Merkel y se tomó como una chiquillada.
    

El de Simancas sólo es el dedo de la partidocracia española, podrida de trepas, charos y silogismos, donde la regla fundante que se respeta es que la derecha no moleste a la izquierda y que la izquierda no halague a la derecha, a partir de lo cual, 1978, “las libertades ya no serían conquistadas”:


    –La dictadura las concedía todas. Salvo, claro está, la libertad política.
    

Sánchez utiliza a Simancas para señalar la salida a los chivos expiatorios (“espiar” es otra cosa, aunque cualquiera sabe con esta gente) como Aníbal, al final de la primera guerra púnica, utilizó a los elefantes para pisotear a los mercenarios amotinados. Es natural. Es la “relación hobbesiana de peligrosidad”. Dice Hobbes: para los hombres por quienes se cree amenazado, el hombre es más peligroso que cualquier animal, así como las armas humanas son más peligrosas que las del animal.


    Simancas no ha leído a Hobbes, pero sabe que si se mueve no sale con su “dedo de Estado” en esa foto que, como parodia, supera en patetismo a la emotiva “Expulsión de Adán y Eva” de Masaccio, uno de los artistas fundadores de la belleza renacentista. Lo explica Trevijano en su “Ateísmo estético”:
   

 –Lo angustioso en el Adán y Eva de Masaccio, que no vemos en Miguel Ángel, no es el abandono de la felicidad natural que han dejado a sus espaldas, sino la despiadada soledad que les espera de frente.


    Entre el castigo de Dios por la culpa original que pintó Masaccio y el castigo de Sánchez por la culpa endosada que señala el dedo de Simancas hay la distancia que separa a la vergüenza de la abyección.

 

Expulsión de Adán y Eva

Masaccio