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Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Ante al pesimismo de la inteligencia, el optimismo de la voluntad: expresión del mundo de Gramsci (pensamos en los feroces ferreras y errejones que cada sábado cantan “a capella” el himno de la Décima como si fuera “La Internacional”) salida de un artículo del Nobel Romain Rolland, autor del “Juan Cristóbal”, intentando convencer a Mussolini para que sacara de la cárcel al filósofo sardo.
El pesimismo de la inteligencia: ni Haaland ni Champions ni Mbappé. El optimismo de la voluntad: vamos a París a ver qué pasa con el Liverpool, y si luego no viene Mbappé, nos pagará con su “cláusula Figo” –esa cláusula florentina que da por firmada todo quisque– la reforma del Bernabéu, que va a quedar una cosa en cualquier caso francesa, mitad Beaubourg o Centro Pompidou y mitad casa de Jacques Tati en “Mon oncle”, pues se supone que así lo habría pedido Mbappé para jugar en el Madrid para seguir sintiéndose como en su casa, más la Llave de Oro que Almeida, que gusta de hacerse la víctima declarándose colchonero (con la “cobra” de Mbappé a Florentino ya tiene motivo para hacerle pasillo al Madrid), entregó al emir de Catar, como guinda dorada para el nuevo megacontrato del Aladino del PSG.
La primera víctima de la “cobra” de Mbappé es el periodismo de pomada (“los que estamos en la pomada”), que se revela como un periodismo igual que los demás, es decir, un oficio que habla por hablar. Es el mismo periodismo que ahora llama “pesetero” a Mbappé, un futbolista con madre, como la Pantoja, que ha obrado como obraban los periodistas que se hicieron ricos cuando en el periodismo había dinero de verdad: agenciarse una oferta con contrato de una empresa de la competencia para presentarlo en la propia y disponerla así a doblarles el sueldo. No les fallaba nunca.
Supe que el Barcelona estaba tieso de dinero cuando sus terminales mediáticas cantaron como niños de San Ildefonso que Pedri es el Mejor Futbolista Joven de la Historia. Y supe que podía haber “cobra” de Mbappé cuando los medios madridistas deslizaron, de repente, que Hazard, una vez retirada la placa metálica de su tobillo, volvía a ser el del Chelsea, y que qué bien, que ya no se iba del club, y que ojo con Hazard el año que viene.
Hazard es importante porque seguro que es el modelo que tiene Mbappé en su cabeza. Se dice que el francés renueva con el PSG para tres años con bono de fichaje de trescientos millones más otros cien en concepto de salario neto más especias varias como poner y quitar entrenador, o decidir altas y bajas en el vestuario. Tres años, y otros tres, y después, a la edad de Hazard, a modo de dorada jubilación al sol de España, el Madrid, entonces, de las Veinte Champions, si todo discurre por la vía de la normalidad. Mbappé habrá dilapidado su carrera deportiva, como Neymar, pero será megamillonario en un año, 2030, que sólo seremos felices quienes no tengamos nada, pues no estaremos invitados a sentarnos a la mesa con los Soros y los Klaus Schwab (el Cabeza Huevo del Foro de Davos).
¿Y qué dice de la “cobra” de Mbappé la Uefa uefera del Gran Ceferino que hace de embajador de los clubes de Estado?
Ceferino el de la Uefa dice que hablar de los clubes de Estado es populismo, la misma respuesta que da Infantino el de la Fifa cuando le preguntan por los seis mil caídos en la construcción de los estadios del próximo Mundial.
Pero los clubs de Estado arruinarán el fútbol de competición como los Ayuntamientos de la Santa Transición arruinaron la industria musical de la Movida, pues competían con pólvora del rey pagando a los “suyos” cantidades a las que no podían llegar los propietarios de salas de conciertos, que así se disparó Sabina, cuando en “La Mandrágora” el popular (¡populismo! ¡populismo!) había sido Krahe.
El mérito de La 14, de confirmarla ante el Liverpool, para el Madrid será haberse pasado futbolísticamente por la piedra a dos clubes de Estado que representan a la Uefa de Ceferino, el self-made man de Liubliana, el París de Mbappé y el City de Guardiola, que han sepultado en dólares a las dos novias del Madrid, Haaland, cuyo ídolo es Michu, gerente del Burgos, y Mbappé, cuyo ídolo es el Señor (“In God we trust”). Los culés ya pueden ir a Canaletas, y los colchoneros, a ensayar su pasillo. Pero sin Mbappé la Liga española pierde aún más interés.
Real Madrid, 1981
Agustín, García Cortés, Sabido, García Navajas, Camacho,
Del Bosque, Ángel, Stielike, Juanito, Santillana y Cunningham
MISA EN PARÍS
París bien vale una misa y a su misa mayor en la Champions acude esta semana el Madrid a París, sede que sustituye a San Petersburgo, que a todos nos daba mejor espina: el Madrid perdió una final en París con el Liverpool, al que ganó en la final de Kiev. Esta vez el Liverpool parece un equipo superior en la táctica, pero muy inferior en excelencia y en oficio. Lo normal es que el Madrid pase sobre el Liverpool en París como pasó el Madrid sobre la Juventus en Cardiff, y eso significará el título número 14, de donde viene la parodia de Guardiola cuando dice que es más difícil ganar una Premier que una Champions, una cultura que sale de Barcelona: para que Messi mereciera el Balón de Oro frente a Cristiano, un año contaban los goles, y al otro, los títulos, según conviniera. ¿Qué título es importante? El que gane Guardiola.