sábado, 21 de mayo de 2022

San Isidro'22. Garcis como de granja para Julián, Talavante y Rufo, que con sus mismas mañas les merendó la cena de la Gatera Grande. Márquez & Moore

 


 

JOSÉ RAMÓN MÁRQUEZ

 

Si ayer fue el minuto de silencio fúnebre, hoy tocaba el aplaudimiento y salida al tercio nuestro de cada día. La cosa fue bastante tibia y en honor de Julián de San Blas, que se asomó un poco afuera de la boca del burladero y allí recogió los aplausos que le dieron los que se los dieron. Es verdad que el Julián estuvo el otro día bastante bien con un toro, pero hay quien ya está hablando de la faena del pequeñín de San Blas como si fuera la de Chicuelo con Corchaíto, que aquí se exagera mucho. Antes, a la entrada, unos jóvenes dentro de la plaza, repartían a mansalva pañuelos blancos patrocinados por una entidad bancaria, que debe ser donde guarda Julián los caudales, para ir poniendo la cosa en el buen camino y a favor de obra. Yo tomé el que me ofrecieron y lo guardé cuidadosamente pensando que ése, estando en mi poder, ya no podía caer en las manos de un desalmado. 

Antes de entrar, hoy sí, en la taquilla hay sendos letreros que avisan de que no hay billetes.
Con ese paisaje exacerbado por la apocalíptica visión de hordas sedientas de alcoholes destilados mezclados con cola o tónica, con gentes portando bolsas de llenas de bebidas, vasos de plástico, patatas fritas Lays, el Johnny Walker etiqueta colorada y el Beefeater, al puro estilo del botellón del parking del Fabrik, nos encontramos en el camino hacia la localidad y, al mirar por los alrededores echamos de menos a un buen número de abonados de los de todos los días que han preferido no acercarse a esta especie de sanfermines sin magras en tomate ni ajoarriero que hoy era la plaza de Toros de la Mugre, antes Las Ventas.
 

El think-tank empresarial decidió que para esta corrida de viernes de libaciones los toros idóneos eran los de Garcigrande, que son unos toros de los que te puedes olvidar por completo durante el desarrollo de los dos primeros tercios y dedicar ese precioso tiempo a escanciarte y trasegarte unos deliciosos cubatas sin preocuparte de lo que pasa en el ruedo y luego dedicar un ratito a contemplar lo de la muleta, que es a lo que vienen los toros y buena parte de los espectadores, antes de volver a iniciar de nuevo el ritual del cubata o el gin&tonic. El programa anunciaba Garcigrande y la ficha también, aunque al final salieron toros con los hierros de Garcigrande y Domingo Hernández, que ya sé que a nadie le importaba esto hoy, pero que digo yo que una vez que das la información lo suyo es darla bien. Entonces, por dejarlo anotado, que se sepa que todos menos el tercero eran de Domingo Hernández. Da lo mismo, porque ambos hierros proceden remotamente de cuando “Juan Pedro Domecq y Núñez de Villavicencio compró a principios de 1930 la ganadería del Duque de Veragua…” como nos indica hoy, de nuevo, el programa. Para muchos esto de Garcigrande/Domingo es de lo mejor que hay en el campo bravo y hay otros que no encontramos diferencia entre estos ganados y los de una granja porcina. En el caso de la granja porcina el papel del matarife sería propiedad de Julián, que se los va matando todos. La corrida, bien presentada en la cosa morfológica.


En cuanto a los toreros hoy estaban en el cartel los nombres de Juián López Escobar, Alejandro Talavante Rodríguez y Tomás Rufo Resino, que venía a confirmar la alternativa que le dio el mismo Julián en Valladolid el año pasado, y de paso a abrirle Plaza.
 

Se abre Rufo de capa y, cuando acaba de salir trapo, ahí tenemos ante nosotros  la carpa del Cirque du Soleil, que el toro le arrebata en seguida. Muchos creen que lo de un gran capote es por tamaño, pero si recordamos las verónicas que ha dado Curro Romero con aquella servilleta que usaba de capote, se entiende que la cosa no va de tamaño. Tercio de varas, en la que la primera es la puntita y la segunda es nada más y banderillas de porque si dan paso a la transformación del toro en animal de dulzura embestidora, porcina y bondadosa ante el que el diestro de Cebolla, que ni se entera de la distancia del toro, va desgranando una sucesión de pases de esos que se van olvidando según se están produciendo, tanto los que se dan con la mano derecha como los de la izquierda. Al ver las condiciones del toro, esa inocente máquina de embestir, la cara siempre colocada, el remate donde lo dejes, la disposición a volver a repetir incesantemente, nos entra la añoranza de lo que habría hecho hoy mismo con este toro un Frascuelo con sus 78 años, o un Pepín Jiménez, o un Gregorio Tébar, un Manolo Cortés… ponga usted el que quiera, toreros exquisitos, en comparación de los trapazos, las carreritas, el descoloque, la vulgaridad y los mil pases y ninguno bueno de este joven que viene de triunfar en Sevilla. Le cuesta igualar al toro, le da lo mismo la suerte natural que la contraria, que estos toros no son tiquismiquis, y cuando se abalanza sobre el bicho cobra una estocada trasera y caída. Cuando el toro dobla, ahí están el gerente Abellán y la alguacililla doña Rocío observando cómo se refugia en tablas el animal para expirar. Los de los pañuelos de regalo del banco piden la oreja. Se ve que les gustó.

 
Antes de salir el segundo, el aficionado J. nos refiere que tal día como hoy hace 51 años que, de la mano de su padre, el gran aficionado don J. (qDg,) entró en Las Ventas por vez primera, a ver la confirmación de Eloy Cavazos. Con el recuerdo, siempre presente, de todos los aficionados de una pieza que hemos conocido, de tantos como ya no están, esperamos la apertura del chiquero para que salga el toro. Mientras le llaman la atención al gerente Abellán por andar deambulando por el callejón como quien anda por un after-hour, sale el negrito y ya desde que asoma canta su condición más próxima al flan o al soufflé que a lo que se entiende por toro de lidia. En seguida asoma en sus morritos una lengüecita como de perro, para demostrar que sus fuerzas están tasadísimas. En varas, la primera es la puntita y la segunda nada más. Cuando se pega una carrerita lo único que le falta al bicho es un cencerro, tolón, tolón, para poner algo de musicalidad a su trote agónico. Toro de Movilidad Reducida (TMR) que besa el santo suelo todas las veces y que, acorde a lo que su amo le enseñó, se esfuerza en intentar ir, aunque esté exhausto. Con esa prenda que se va descomponiendo a ojos vista, Julián intenta el milagro, pero esto no es Lourdes y pronto decide cobrar una estocada muy contraria al sexto intento, sin julipié, que le quita al animal la poca vida que le quedaba.
 

Talavante está en un laberinto mayúsculo. A su conocida condición de camaleón del toreo, como el Zelig de Woody Allen apunta el aficionado D., se une la proximidad a esa pareja, a esos Butch Cassidy y el Sundance Kid que son Joselito y Martín Arranz, que le deben poner la cabeza como un bombo al pobre extremeño. La cosa es que esta reaparición del Tala está siendo más de olor que de loor, que no acaba de oler bien la cosa, vamos. El toro, como sus hermanos precedentes, puntita en la vara primera y nada más en la segunda. Luego, en lo de la muleta, sin sitio, sin ideas, sin planteamiento, ni nudo ni desenlace, un ir y venir de ventajeo y de dejar pasar el rato. Da Talavante hoy la misma impresión que en su anterior visita y deja flotando en el ambiente la pregunta de por qué habrá vuelto. Mata igual de mal que Julián en el precedente pero le gana en cinco intentos. Bajonazo.
 

El cuarto de la tarde es el único que sacó unos gramitos de personalidad. En varas la puntita en la primera y en la segunda nada más. Al no estar aguantando al toro sino haciendo un simulacro, de algún gen perdido de lo que tuvo el Duque de Veragua (que lo compró Juan Pedro Domecq y Núñez de Villavicencio a principios de los años 30) le salieron al animal los arrestos para derrumbar al aleluya en el que hacía dejación de sus funciones de picador de toros Salvador Núñez. Luego en un lío de quites y de descolocación de los toreros el toro se echa hacia Julián, que sale huyendo hacia el burladero con el capote en las manos. Julián el Poderoso en las fiestas de Velilla. Una vez todo sosegado, en el último tercio, Juli vuelve a dar otra nueva ración de su tauromaquia completa, basada en los principios más detestables de la forma de lidiar toros pastueños, adobada con una cierta verticalidad que ha adoptado últimamente y un aire como de seriedad y de estar imbuído de algo que sólo él conoce. Nadie puede negarle el esfuerzo que está haciendo últimamente cada vez que viene a este Madrid de sus pecados. Como es natural su propuesta plena de temple, ventaja, oficio y truco cala muchísimo en el tendido, especialmente porque el toro es de los que repite, y si no llega a fallar con el estoque le sacan a hombros. Le apuntamos un buen derechazo, para los que dicen que le tenemos hincha. Estocada trasera a la segunda intentona y deambular por la plaza tras el toro que se va barbeando tablas hasta chiqueros donde muere cuando le llega su hora. Hubo quien aplaudió al toro, para que se compruebe el nivel de desnortamiento en el que nos movemos.
 

Segunda salida de Talavante tras brasa de alta intensidad que le pega en la oreja Arroyo, con traje beige, desde el callejón. Con la Plaza a su favor tras la decepción orejera de Julián, se planta ante el toro al que se había picado con la puntita  en su primera entrada y con nada más en la segunda, Tala se hinca de rodillas, como vio ayer a Roca, a iniciar una faena de cosas diversas, como un disco de esos de grandes éxitos, un auténtico disparate de faena sin orden, sin sentido y sin discurso que pone de relieve lo perdido que está el torero. Como novedad remata con una manoletina citando con el pico, primera que vemos en la vida así ejecutada antes de atizar un bajonazo soltando la muleta y dar fin a su segunda actuación sin pena ni gloria.
 

Y ahora, tras la consabida huida de público al morir el quinto, aparece de nuevo con su vestido blanco Rufo a hacerse cargo del último al que Iván García picó con la puntita en la paletilla y nada más en su segunda entrada. Dos soberbios pares de Fernando Sánchez, tomando al toro en corto, dándole toda la ventaja antes de iniciar el cuarteo, clavando en la cara y saliendo andando constituyen lo más torero de toda la tarde. Ahí tenemos a Rufo con su toreo que huele a jara, a campo, campero que ni se sabe la de bichos que habrá toreado este en los campos, y que se ejecuta de manera moderna, según el cánon juliano, heredero del de Espartaco, basado en el temple y la ligazón, si el animal colabora. La faena que plantea Rufo es deslavazada, no es maciza, está hecha como de capítulos en los que hay enganchones, carreritas, pico, descolocación y pajareo. Mañana anuncian a este chico en Alcorcón y no creo que nadie se moviera al pueblo de los pucheros a verle. Aún así, con un público deseoso de tener algo que contar al cuñado, le piden la oreja tras una estocada baja tirando la muleta y cuando don García le otorga el trapo blanco, le abre la Puerta Grande de Madrid, devaluada Puerta Grande por dos faenas que antes de llegas a la boca del Metro ya se han olvidado. Bueno, nadie puede negar que hoy es un día grande para Tomás Rufo porque es el día que empató a Puertas Grandes con el inolvidable y querido Pepe Nelo y con Juli.

 


ANDREW MOORE

 

Un par de Sánchez, lo más torero que hubo en la tarde

 

LO DE LÓPEZ

 

Reunión de "taurinos", oveja muerta

 

Julián es como el Régimen:

un derechazo en toda la tarde y los revistosos del puchero

 cantando la faena de Chicuelo con Corchaíto


LO DE TALAVANTE

 


 

LO DE RUFO

 

Rufo, por la  GG (Gatera Grande)


Nadie puede negar que hoy es un día grande para Rufo

 porque es el día que empató a Puertas Grandes con

 el inolvidable y querido Pepe Nelo y con Juli

FIN