Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Ése fue el ucase del hermano de Juan Guerra cuando, para celebrar un 23F, el gobierno de Gonzalón se apropió de Rumasa por la jeró: “Tó pal pueblo”. “Tó” eran las facturas, que todavía estamos pagando, y lo traemos a colación como parodia (todo es parodia en España) de la explicación que Alito, el juez de la Corte Suprema americana, da de su decisión sobre el aborto:
–Es hora de hacer caso a la Constitución y devolver el asunto del aborto a los representantes electos del pueblo.
La Corte Suprema estadounidense no es un tribunal político, como los Tribunales Constitucionales europeos, que son poderes constitucionarios (constitucionario llamaba Sieyes al poder constituido que se arroga poder constituyente), ese sueño húmedo de la izquierda americana que llama a escrachear a los jueces, que en América es llamar a la guerra civil. Fuera de la vía del poder constituyente, en la Constitución, si lo es, no se puede entrar ni siquiera por vía de interpretación (llamada integradora).
La Constitución está para proteger al individuo frente a la comunidad. Cuando Hamilton crea el Poder Judicial, avisa que será siempre el menos peligroso para los derechos políticos, pues no posee fuerza ni voluntad, sino únicamente discernimiento, y que la libertad general del pueblo no ha de temer amenazas mientras se mantenga aislado tanto del Legislativo como del Ejecutivo, a cuya independencia contribuye el carácter vitalicio de los jueces.
Los padres fundadores se opusieron rotundamente a dotar a los jueces del poder para “crear” derechos, es decir, de usurpar la función de los legisladores, razón por la cual la Corte Suprema devuelve la decisión del aborto a los Estados: su Constitución, y esto se encargó de aclararlo Madison, no es “nacional”, sino “federal”, un sistema de equilibrios tan original que el propio Hamilton, aunque lo apoyó lealmente, no ocultó su escepticismo. Pero funcionó. Hasta hoy. Mañana, ya veremos. ¿Qué son los Founding Fathers al lado de la Frankfurter Schule?
[Viernes, 13 de Mayo]