Plaza y Posada del Potro
Francisco Javier Gómez Izquierdo
¡Válgame el Señor, vuelve a haber carteristas en Córdoba!
La prensa da cuenta estos días del elevado número de incidencias en la Judería y los patios por una actividad que se creía prácticamente desaparecida en la ciudad. Ya no estoy al tanto de la nómina cordobesa de esta práctica delictiva, pero me malicio que los carteristas florecidos este mayo no son naturales ni de las Margaritas, ni del Cerro ni de la Fuensanta. Ni siquiera de las Palmeras. Las mujeres que ofrecen ramitas de romero y leen la mano en la mezquita son pesadas pero no son carteristas.
No quiero que ustedes entiendan lo que servidor entendió cuando la señora del Kichi de Cádiz y parlamentaria en el palacio de San Telmo soltó aquéllo de "... en Andalucía no hay racistas. Los racistas son los que vienen de Despeñaperros p'arriba". No. Lo que intento decir es que los carteristas de Córdoba se marcharon hace tiempo en busca de las bullas de Madrid y Barcelona. "Aquí no se puede trabajar, señor funcionario. Cuando cumpla estos ocho meses me voy para Madrid. En una hora en la calle Preciados y sin bajar al metro hago el avío para toda la semana y uno no está tan expuesto". Así hablaba el señor de la gabardina color crema, alto, serio, limpio y con gafas de profesor por Cambridge que el viajero se encontraba en la antigua estación de trenes de Córdoba mirando sus mismos carteles y horarios, pero por detrás. Rafael daba el pego porque no tenía aspecto de maleante. Al contrario, daban ganas de preguntarle si necesitaba ayuda e incluso había incautos que le explicaban que el Directo no paraba en Lora del Río.
Estaban Rafael y, "fueraparte, no tengo ná que ver que él...,", la Margara, una auténtica artista en la especialidad. La Margara era y es, supongo que aún vive, gitana pura. Me decía que aprendió con cascabeles en la muñeca a base de sopapos de la abuela cuando le sonaban en las prácticas con la familia. A mí se me venía el Fagín del Oliver Twist cuando contaba sus andanzas por las ferias del mundo "alante". "H'entrao a pagar unos gramitos que me cogieron en un registro. Tuve que abandonar las carteras porque los payos no dejan que las gitanas nos acerquemos mucho. Recelan, ¿sabusté? y así es imposible. Ahora los que dominan las bullas, los metros, conciertos, el fúrbo y éso... son de por ahí lejos: búlgaros, de Croacia, albaneses, las gitanas rumanas que s'apañan como naide en el metro... De toas maneras ya la gente no lleva dinero en la cartera. Van a por los móviles c'aluego se venden mu bien, sabiendo dónde, ¡clarostá
Los carteristas modernos son mucho más descarados que los de anteriores siglos y por lo general se aplican en rapiñar por territorios muy localizados. Metros y zonas turísticas de Madrid y Barcelona, sobre todo. Los mas prácticos se han hecho ambulantes y acuden allí donde se aseguran aglomeraciones. En la final de la Europalí completaron un mayo de extraordinaria actividad: patios de Córdoba, ferias de Sevilla y Jerez, multitudes embriagadas con la disculpa del fútbol y se espera que rematen en la feria de Córdoba a partir de esta noche. Muchos de estos enajenadores no saben que aquí se fundó una de las mas prestigiosas universidades de "su ciencia": la plaza del Potro con su posada, lugar en el que se juntaba toda clase de pícaros, rufianes y prostitutas a ensayar y practicar sus granujerías. "Cuatro agujeros del Potro de Córdoba" nombra Cervantes en el Quijote y los hace "...gente alegre, bienintencionada, maleante y juguetona..." que en memorable ocasión andaban junto "... a cuatro perailes (cardadores de lana) de Segovia y dos vecinos de la Heria (bribonería) de Sevilla".
En la plaza del Potro y su posada sitúa don Miguel a todas estas especies y como quiera que todas las modas vuelven, digo yo que no estaría de más que la policía rondara el santuario.
-¡Hombre, don Javier! -me saluda esta mañana uno del que no recuerdo su nombre frente al Santos de las tortillas en la esquina de la Mezquita.
¿Y si resulta que ha habido una reconversión del sector y no nos hemos enterado?