sábado, 28 de mayo de 2022

Nihilismo cayetano

Marqués de Vinent

 

Ignacio Ruiz Quintano

Abc


    Cuando el mundo asiste, ojiplático, al reajuste geopolítico del nuevo siglo, España se despereza con discusiones sobre los “piolines” de Pedro, la regla (“saignant”) de Irene o el nihilismo ruso, con perdón, de Cayetano, un hombre Alba, que ve en el rechazo al aborto un “prejuicio religioso” incompatible con las conquistas espirituales del siglo, como la eutanasia, la eugenesia o la gimnasia.
    

Este nihilismo cayetano, pareciendo ruso, no daría para un papel en “Los demonios” de Dostoyevski, pero es muy nuestro. Ahí está el marqués de Vinent, grande de España y “sordo como un gato de lujo”, según Ruano, que lo trató en sus casas, donde ejercía de gran snob de un Madrid “todavía pequeño, chulo y provinciano”.
    

El marqués le dijo al Caballero Audaz que lo único que le interesaba de la vida eran el pecado y la noche, “el encanto hechicero de las noches de Venecia y Constantinopla”.
    

De amigos prefiero los que son muy inteligentes; luego, los que son muy ricos. El dinero es lo que más se parece a la inteligencia. Un amigo inteligente sin dinero evoca cosas maravillosas. Un amigo muy rico no las evoca, pero las compra.
    

Para Carretero este marqués tarambana representó una decadencia, “uno de los estados morbosos de espíritu que más habían de contribuir a la enorme tragedia de España en tres años de guerra”.
    Gozó, por nacimiento, de inteligencia y de dinero, y como literato, de enorme popularidad, pero “un extraño rencor social le fue inclinando disparatadamente a las izquierdas”, donde en realidad, dice Ruano, nada se le podía haber perdido. En la guerra escribió artículos de señalamiento en “El Sindicalista”, cabecera anarquista tras la incautación de “La Época”.
    

Murió en la cárcel, medio ciego y miserable, intencionadamente abandonado por los que pudieron hacer algo por él.
    

Al final, un nihilista, o un centrista, es como todo en España: “Mira, hijo, de torero a sinvergüenza no hay más que un paso –dijo Belmonte a su hijo, que quería ser torero–. Así que ten cuidado de no darlo”.

[Sábado, 21 de Mayo]