Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Elite, en definición de un clásico, son aquellos cuya sociología nadie se atreve a escribir.
–El pueblo lo forman aquellos que tienen que pagar las cuentas. Ésa es la circulación de las elites y ésa es la identidad del pueblo.
El españolejo contempla a las elites como los pelantrines a las liebres: en la España de Dumas las liebres se morían de viejas mientras nosotros nos moríamos de hambre.
Elite con arroz, donde el arroz es el Estado de derecho: “El poder en sí es malo; el derecho en sí, bueno. Es decir, mi poder (el de la elite) no es poder, sino derecho”. Pareto, italiano, en su “Tratado de sociología general”: “Con sufragio o sin él, de hecho siempre gobierna una oligarquía”, clase dominante que mezcla la sociedad política con el Estado, se aparta de la sociedad civil y deviene en pura “elite extractiva”.
Un brillante jurista político de aquí vio en la “partitocracia italiana” el prototipo de un sistema político oligárquico en “una sociedad oligárquica de industrias en el norte, iglesias en el centro y mafias en el sur”.
–La originalidad española consiste en haber instalado una oligarquía de partidos, igual a la italiana, en una sociedad de fuertes sentimientos igualitarios y con oposición de clases, causa de la inestabilidad del sistema.
Inestabilidad que no pone en riesgo el poder. Mosca, teórico del elitismo, advierte de que, aun admitiendo que el descontento de las masas (anunciado para el otoño) llegara a destronar a la clase dirigente, aparecería en el seno de la misma masa otra minoría organizada que pasaría a desempeñar su oficio. Y es que la soberanía popular es un mito (Negro: “el pueblo como tal jamás ha sido soberano político”) con el que “los oligarcas pueden permitirse todos los cambalaches y tropelías imaginables”.
Resumido en la paradoja de la libertad de Rousseau: el discrepante está obligado a ser libre obedeciendo a la mayoría, “o a lo que dicen los oligarcas que piensa la mayoría”.
No ha habido época con más censura que la nuestra.
[Jueves, 28 de Abril]