Martínez y el toreo de pata alante
Así son los toros: un novillero que hoy se presentaba es el que ha hecho el más emocionante toreo en los 16 días que llevamos de Feria, y ni siquiera se ha llevado un despojo
JOSÉ RAMÓN MÁRQUEZ
Ahí arriba, en su palomar, rodeado de pañuelos, con el olor a viejo de Briceño y el olor a bosta en el zapato de Renné, la jeta tapada con una mascarilla negra, don Ignacio Sanjuán Rodríguez, policía experto en atrapar carteristas, en trincar chorizos, en la persecución del lenocinio, nos recordó el inmortal verso de don Mariano del Todo Herrero, “Don Cándido”:
“¿Y quién presidió la Plaza?
Porque en sentir de la gente
eso no es un Presidente,
eso es una calabaza.”
He ahí la clásica calabaza hispánica dispuesta a su erre que erre; a su pan, pan y vino, vino; a su usted no sabe con quién está hablando; a su póngame a los pies de su señora, ese incalificable saco de ignorancia, interesado en demostrarlo de manera patente, ese personaje intolerable que no debería poner su culo en el asiento desde el que ejercieron dignísimamente la Presidencia de las corridas de toros don Juan Font, don Juan Lamarca o don Luis Espada. Y este tipo, tapado, como un Jesse James taurino para que no se le viera la cara o para que no se escapasen los regüeldos a garbanzo, atrincherado en su balcón con vistas, guarnecido de trapos de colores, que ni sabe lo que son ni lo que representan, ahí está porque haría el cursillo a distancia o porque estaba en la lista correcta. Pues este tipo, este tal Sanjuán, con su decadente mascarilla negra, toda una declaración de principios, debería ser expulsado de Las Ventas y no permitirle entrar a la Plaza ni como vendedor de gaseosas. Vaya esto por delante para significar que la incompetencia de este pillo sólo ha servido para cobrar él y su mascarilla una relevancia absolutamente innecesaria en un festejo en el que la gran virtud de un Presidente es pasar desapercibido. Merecería dar una vuelta al mundillo éste de los Presidentes, si todo esto importase algo.
Para la última de las tres novilladas de la Feria los plúmbeos de Plaza 1 contrataron la ganadería de Fuente Ymbro y a la tríada matadora compuesta por Manuel Diosleguarde, Jorge Martínez, de Totana, y Álvaro Alarcón, de Torrijos, nuevos en esta Plaza. De lo de Fuente Ymbro, evidentemente, hay que señalar que remotamente procede de cuando “Juan Pedro Domecq y Núñez de Villavicencio compró a principios de 1930 la ganadería del Duque de Veragua…”, tal y como nos reitera con obsesión de mantra cada día el programa oficial, sea cual sea la ganadería que se anuncie, que la mayor ilusión en el día de lo de Pepe Escolar es por no ver esa jaculatoria en el programa.
Lo primero hablaremos de la corrida tan variada y tan interesante que ha echado en Madrid don Ricardo Gallardo. Vaya novillada de lujo. Alguno de los novillos perfectamente habrían pasado por toros en ciertas Plazas que no citamos, por no menospreciar a nadie. Y luego, variedad de comportamientos, desde el toro entregado y repetidor hasta el que se entera, cumpliendo en varas, marcando querencias, tendencia a no morir acochinados en tablas, chispa en las embestidas nada estúpidas. Lo que se dice el toro de lidia. Las guindas del pastel de Fuente Ymbro fueron, indudablemente el tercero, Volante, número 149, ¡vaya novillo!, la perfección y la ortodoxia en la embestida, colocándose él solito a la salida del muletazo, metiendo la cabeza a la altura precisa… y el sexto, “Embriagado”, número 173, que parecía un dron de esos que un tío le guía para ir produciendo sus embestidas perfectas.
Una locura la suerte de Álvaro Alarcón con su lote. Y los otros, el segundo Labrador, número 162, serio y agresivo, bastante orientado sobre la presencia de un ser humano en sus proximidades y el quinto, Hostelero, número 144, muy serio y noble, algo desfondado, el peor lote para Jorge Martínez. Y luego los de Diosleguarde, Amargado, número 158, un buen novillo embestidor y sin retranca, y Rebueno, número 195, el que mejor cumplió en varas, con un interesante punto picante. Esos seis novillos compusieron un encierro variado, diverso en comportamientos y humores muy lejos de esa perrunería bovina que vamos viendo a diario, para que se vea que la base de este espectáculo llamado “los toros” es precisamente que haya toros en el ruedo, y luego lo que vaya viniendo bien venido sea.
Diosleguarde traía tres apoderados y los apellidos de dos de ellos sonarán al aficionado medio: “Matilla” y “Cascón”, que eso huele a Salamanca más que el río Tormes. El otro “Castro”, pues ya no sabemos. Bueno, pues Diosleguarde, natural de Diosleguarde, se las vio de primeras con la nobleza del chorreado que abría Plaza y puso en solfa las más manidas formas del neo toreo de cada día. El animal repetía las embestidas y el novillero le iba dando su poca fiesta a base de echarse atrás, torear en paralelo (o para lelos), y no exprimir las condiciones para la muleta de Amargado, que las tenía excelentes por el pitón derecho, ni explorar las posibilidades de un pitón izquierdo que prácticamente se quedó inédito y que tenía su tela que cortar. Como suele ocurrir las gentes bramaron cuando el toro no se paraba en las series de redondos, en esa cosa tan favorable que hay ahora hacia el toro en constante movimiento, sin importar de dónde viene ni hacia dónde va. De la colocación del chico ya ni hablamos, pero cuando cazó al toro de una estocada entera, las gentes agitaron los pañuelos aprobando la labor del joven diestro y el de la mascarilla le concedió la oreja de la res. Con la Puerta a medio abrir decide dar un aire más novilleril a su actuación y se planta de rodillas a recibir a Rebueno con un pase afarolado y, después de ser medio arrollado, reiterar el pase y luego unos derechazos de rodillas. Como suele pasar, al levantarse la cosa le funcionó peor que estando de rodillas, principalmente porque el Fuente Ymbro proponía sus dificultades y además se paraba entre un pase y el siguiente, con lo que eso significa de ruina para el concepto de toreo de Diosleguarde. Acabó por manoletinas y luego pegó una estocada trasera y tendida que hizo guardia, acompañada de un grito como los "kiai" de Bruce Lee en la película “La furia del dragón”.
El toledano Alarcón, cuyo apoderado se llama Nemesio Matías, venía excelentemente acompañado por Andrés Revuelta, que puso dos pares de banderillas sobrios y superiores al tercero y bregó suave y eficazmente al sexto. Al iniciar su trasteo en el tercero, un señor ya un poco mayor dormitaba plácidamente en la fila 4 de la Andanada, pero en seguida se despertó porque la actuación de Alarcón rápidamente llegó a los espectadores y comenzaron los vítores. Lo primero hay que reiterar la calidad extrema del novillo Volante, al que el novillero recibió con dos pases cambiados por la espalda en los medios para luego ir desarrollando una faenita de tono bastante menor, basada en la izquierda al inicio y después en el toreo en redondo y, sobre todo, en la excelsa calidad del animal para la muleta. Suenan los olés más fuertes en los adornos, pega unas bernardinas y se abalanza a pegar una estocada que no sabemos cómo fue, porque se partió el estoque y se quedó dentro del toro mientras la empuñadura estaba en la mano del matador. Nueva oreja del de la mascarilla negra. En el sexto, con una hoja de la Puerta Grande abierta, empieza Álvaro Alarcón por estatuarios y trincheras, el toro canta inmediatamente su extraordinaria condición para la muleta y el torero no quiere dejar pasar la ocasión, componiendo una faena basada en lo moderno en la que templa lo suyo y se va enterando de la clase del bicho. Suelta un natural muy bueno en una serie corta y después un par de derechazos muy relajados, bien encajado el torero, mandones y largos. Faena a más, porque lo bueno, aunque breve, está al final. Tras unas trincheras, un bajonazo fulminante basta para que el que está en el Palco camuflado tras de la mascarilla decida darle las dos orejas al torero y la vuelta al ruedo al toro, las cosas de Sanjuán.
Y para el final hemos dejado el soplo de aire fresco, de personalidad y de buenas vibraciones de Jorge Martínez,que, desde que se abrió de capa para recibir a su primero, nos trajo los aromas del toreo que te hace levantar del asiento. Lo que ha puesto Jorge Martínez hoy en Las Ventas ha sido el eco del verdadero toreo, del que nos hizo aficionarnos a este veneno, no del de todos los días, del de todos iguales. Aire clásico, personalidad, valor y bisoñez podrían ser las notas que definan a este joven murciano que ha lidiado con el lote más complicado y que, con sus sustos, sus coladas, sus ayes, ha dejado retazos de un toreo de gran intensidad y unas maneras muy personales. En su primero se midió de tú a tú con el castaño aguantando un fuerte volteretón y sin amilanarse volvió a la cara del bicho, la pata puesta, la muleta casi plana, la emoción del torero, pese a los defectos que provienen de la falta de oficio. Estocada baja al encuentro y ya estamos deseando volver a verle. En el quinto, Hostelero, se ve claro desde el principio que es toro para trabajar. Se dobla por bajo en el inicio y luego sigue por naturales, siendo trastabillado dos veces por al animal, sin que el torero opte por aliviarse, buscando su posición y dictando su particular lección de ética para quien quiera verla. De pronto, el natural puro y fundamental: adelantar la muleta y llevar al toro lo más atrás posible. Y en seguida el derechazo con el toro embarcado, el medio pecho, la muleta colocada y luego una serie corta de nuevo con la derecha. El toreo. Luego, estocada desprendida y fin. El de la mascarilla no consideró lo de otorgar su venia a la oreja, ni falta que hace. Vuelta al ruedo clamorosa y no dio el torero la segunda porque no quiso. Así son los toros: un novillero que hoy se presentaba es el que ha hecho el más emocionante toreo en los 16 días que llevamos de Feria, y ni siquiera se ha llevado un despojo.
Ver al joven Álvaro Alarcón sacado a hombros por sus amigos, tan cuidadosamente sacado por los que le estiman, también es un bonito recuerdo de esta estupenda tarde de toros.
Los novillos perfectamente habrían pasado por toros en ciertas Plazas que no citamos, por no menospreciar a nadie. Y luego, variedad de comportamientos, desde el toro entregado y repetidor hasta el que se entera, cumpliendo en varas, marcando querencias, tendencia a no morir acochinados en tablas, chispa en las embestidas nada estúpidas. Lo que se dice el toro de lidia
ANDREW MOORE
LO DE MARTÍNEZ
LO DE DIOSLEGUARDE
LO DE ALARCÓN
Vuelta al al toro Volante
Gatera Grande
FIN