Sprint de Isco
(Nos quedamos sin ver cómo juega sin comer)
(Nos quedamos sin ver cómo juega sin comer)
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Venir de ganar de penalti al Getafe (“Getafe es nombre caro a nosotros, los del 98” dijo un día Azorín) y marchar a Bilbao para ganar de penalti al Athletic… ¡a la hora de comer! ¿A qué estamos, a cocochas o a penaltis? Quitarse de comer para fijarse en el fútbol-sala de la Liga de “la Coviz” no es plan: hay que tener los abazones de Iñaki López (esas bolsas carrilleras donde algunos privilegiados pueden guardarse la comida) para aguantarlo.
Gane quien gane la Liga de “la Coviz” (la ha ganado Zidane, que es quien mejor se mueve en lo paranormal), es un título que sólo añadirá lustre a la estadística.
–No fuiste mucho a clase –contestó, chulapón, el Einstein español, Simón, a una periodista que no entendía los números del licenciado baturro, que se ha fumado unos veinticinco mil muertos de la pandemia.
Al tratarse de un tema divertido, el periodismo serio redacta: “El momento cómico llegó cuando Fernando Simón preguntó a la periodista: ¿En periodismo no se estudiaba estadística? La periodista contestó que sí, y entonces Simón pronunció la frase “Pues no fuiste mucho a clase”, que provocó las carcajadas (¡las carcajadas!) de todos los presentes”.
–Todo el mundo dice que hay que enseñar estadística, pero ¿cómo hacerlo? –anota Pulitzer en su plan de estudios para Periodismo–. Nada miente como las cifras, a excepción de los hechos.
Simón es nuestro experto (según la Ley de Bohr, un experto es la persona que ha cometido todos los errores posibles en un campo de estudio limitado), al menos para el periodismo, y como experto nuestro que es nos exige competencia en estadística, que, según la Ley de Griffin, es un método lógico y preciso para decir una verdad a medias con toda exactitud. El caso, como dice Simón, es no perder la calma, con lo cual se pierde la vergüenza, que una vez perdida… vale lo mismo que las estadísticas, el 98 por ciento de las cuales, y con arreglo a la primera regla de las matemáticas aplicadas, es inventado.
–Las estadísticas son como los testigos con experiencia: prestan testimonio a las dos partes.
Durante el confinamiento de “la Coviz” todos nos hemos preguntado más de una vez cómo hemos llegado hasta aquí, siendo “aquí” un mundo cuya única cultura es el fútbol, un juego que los diplomáticos ingleses mostraron a un emperador chino que puso cara de estar viendo jugar a Isco y comentó: “¿Por qué no dan un balón a cada uno y acabamos antes?”
El ideal del Estado de Bienestar es, visto por Dalmacio Negro, el “panopticon” benthamita: su obsesión es la economía, y reduce la política a la estadística, mediante la informática y sistemas fiscales que presuponen que todo es estatal, desde el dinero al trabajo, con el pretexto moral de distribuirlo equitativamente.
La pandemia nos ha consumido de tal manera que sólo nos ha dejado un bien de Estado: el fútbol.
Del fútbol total que nos proporciona el Estado total proviene también el único grito subversivo que nos está permitido: “¡Las estadísticas están para romperlas!” No hay entrenador al que uno no se lo haya oído alguna vez. Era una de las frases-bandera de Antic, al que Mendoza echó del Madrid rompiendo la estadística que aconseja no tocar lo que funciona: el equipo era líder, pero jugaba mal, que en cualquier caso siempre era más que a lo que juega ahora el Madrid, que lo “ves bascular en las transiciones” (concepto que una vez le oí al político López Garrido, que sujetaba una pulguita de jamón con pinza de pulgar y anular en el palco del Bernabéu) y caes en el teorema de Ginsberg: 1) Usted no puede ganar 2) Tampoco puede empatar 3) Ni siquiera puede abandonar el juego. Corolario: En Bilbao y sin comer, ¡todos al VAR!
Del fútbol total que nos proporciona el Estado total proviene también el único grito subversivo que nos está permitido: “¡Las estadísticas están para romperlas!” No hay entrenador al que uno no se lo haya oído alguna vez. Era una de las frases-bandera de Antic, al que Mendoza echó del Madrid rompiendo la estadística que aconseja no tocar lo que funciona: el equipo era líder, pero jugaba mal, que en cualquier caso siempre era más que a lo que juega ahora el Madrid, que lo “ves bascular en las transiciones” (concepto que una vez le oí al político López Garrido, que sujetaba una pulguita de jamón con pinza de pulgar y anular en el palco del Bernabéu) y caes en el teorema de Ginsberg: 1) Usted no puede ganar 2) Tampoco puede empatar 3) Ni siquiera puede abandonar el juego. Corolario: En Bilbao y sin comer, ¡todos al VAR!
Sprint de José Donato
PANCHO ISCO
Ves a Isco competir y te acuerdas de la báscula de Solari en un rincón. Y si cierras los ojos, te imaginas a Pancho Puskas embutido en la camiseta de Isco (que en Bilbao no salió por la hora de comer) y ajustando la bola a su pum-pum. ¿Qué no haría Puskas en esta competición de fútbol-sala disputada a ritmo de José Donato Pes Pérez, cuyo “trote cochinero”, inmortalizado por García, pasa por galope tendido de Ben Johnson? Para ser sinceros, uno cambiaría a Benzemá por Ronaldo el Auténtico, y con su peso actual. Pero Benzemá juega por lo bien que “baja a recibir”: los contrarios lo saben, y le torean como los niños malos, que tocan el timbre del portal para que el aludido baje a recibir, y salen corriendo, cosa que él nunca hará. El único ciudadano europeo que no parece preocupado por el alargamiento de los plazos de jubilación es Benzemá. El fútbol debe avanzar como la sociedad, y si la sociedad va a demorar, por la crisis, las jubilaciones, los futbolistas han de prolongar su actividad como los panaderos, los metalúrgicos o los Lucas Vázquez.