Sanchismo fiscal
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Lo que en España el costumbrismo llamó siempre “la caló” le viene al consenso como anillo al dedo para echarle la culpa de la corrupción que nos atufa.
España goza del súbdito más obediente, después del alemán, y del oligarca menos discreto, después del italiano: entre uno y otro lograrán convencernos, en otoño, de que, para adelgazar, nada hay mejor que el hambre.
–Peor están en los Estados Unidos, donde los grandes capitalistas se quieren hacer comunistas –me dice uno de mi gremio.
Lo dice porque en año electoral las mayores corporaciones, de inclinación demócrata, boicotean en las redes las opiniones republicanas. Pero eso no lo hacen porque quieran ser comunistas, estado civil que nos reservan a los demás, sino porque el poder, y esto fue el trascendental descubrimiento de Montesquieu, tiende al abuso:
–Es una experiencia eterna que todo hombre que tiene poder se inclina a abusar del mismo; él va hasta que encuentra límites... Para que no se pueda abusar del poder hace falta que, por la disposición de las cosas, el poder detenga al poder.
En palabras de Madison: que a un poder lo detenga otro poder, y sólo así el ciudadano dormirá tranquilo. Es decir, la Constitución americana, que hace que el poder detenga al poder haciendo que ninguno de ellos sea soberano. Es el último castillo (“una antigualla”, dicen ellos) por caer para todos los aventureros del poder sin límites (las corporaciones globalistas y sus tontos útiles de la izquierda universitaria), cuyo modelo es el poder chino, que tiene por “hombre nuevo” al “hombre viejo” de Maquiavelo:
–El hombre es una criatura que obedece a otra que manda.
Y como sea que nunca el que obedece es mejor que el que manda, veremos ganar a los que mandan, entre otras razones porque los coge de bajada. La libertad no es una necesidad de la vida, sino un lujo de la civilización. La representación es un sistema concebido por aristócratas ingleses y terratenientes americanos echado a perder por abogados franceses.