El ojo del VAR
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
La ciencia es la manzana que el barbero te mete en la boca para poder afeitarte. De hecho hay tantas variedades de manzanas (royal, fuji, golden, pink lady) como de ciencias. El VAR, por ejemplo, es la tecnociencia del fútbol: sus decisiones van a misa y no tienen apelación, porque el puesto de la religión lo ocupa ahora la ciencia, cuyo representante en España es el Doctor Simón, un frailón de misa y olla como aquellos zopencos que denuncia en sus memorias el dominico (y liberal, que no liberalio) mexicano Fray Servando Teresa Mier, desterrado a España por negar el milagro guadalupano. De cebones de Jesucristo (cantores y comedores jerónimos) a cebones del Estado (cantores y comedores de “Lo Público”).
Ante un penalti en contra, con la religión, quitando a Casemiro, que parece hombre de rezo, la religión no evita la protesta, pero con la ciencia tapas la boca a todo dios. ¿Por qué los antiguos –preguntaba ya Aristóteles, que era como el Ferreras de Grecia– no consintieron que hubiese premios señalados para los que venciesen a otros en las ciencias, y los pusieron para el mayor saltador, corredor, tirador de barra y luchador? Pues porque en las luchas y contiendas, responde el filósofo, los jueces pueden dar con justicia el premio al que venciere, porque es muy fácil conocer por la vista quién salta más y corre con mayor velocidad; pero en la ciencia es muy difícil tantear con el entendimiento quién a ventaja a quién, por ser cosa tan espiritual y delicada. Y si el juez quiere dar el premio con malicia, no todos lo podrán entender, por ser juicio muy oculto al sentido de los que lo miran.
El fútbol científico es el del VAR, siglas que ya no sé qué significan, y ha venido para quedarse, como “la Coviz”, cuya Liga, la Liga del VAR y “la Coviz” (¡la primera Liga científica!), ha ganado el Madrid.
–El siguiente invitado es don Manuel Alvar… –dijo, tan ufana, la presentadora.
–¡Eso, todos al bar! –estalló de alborozo en el plató el perulero Bryce Echenique.
Todos al VAR, con mascarilla en el banco y pausa de hidratación en el campo. El que, desdeñando la fe, se consagra a los experimentos y descubre el telégrafo, avisa el suicida Ganivet, no crea que ha destruido las “viejas ideas”; lo que ha hecho es trabajar para que circulen con más rapidez. Todo lo contrario del VAR, cuyos promotores han conseguido que el fútbol se desarrolle con más lentitud: a este ritmo, lo próximo será añadirle porterías.
–El secreto del fútbol está en la competencia de las dos porterías –opinaba Corrochano, el maestro de los toros–. Quite usted una portería y no queda nada. Yo no entiendo una palabra de fútbol, pero le aseguro a usted que no queda nada.
La lentitud produce muermo, y la prueba es que el único aliciente (¡suspense!) de este fútbol científico lo pone “la Coviz”, y ahí tenemos al Fuenlabrada, el equipo de El Fundi (“le toreador sans cou”, dicen los franceses), que fue a La Coruña a jugarse, tan pichi, el ascenso a Primera, y se halla confinado en un hotel (el mismo hotel donde Santiago Bernabéu cometió el error histórico de tirar el fichaje de Cruyff) contando chistes verdes como los amigos de Bocaccio en el Decamerón cuando la peste negra de Florencia. En el “As”, que parece el “Ripalda” del pogre, hay más noticias de “la Coviz” que de fútbol, algunas tan espectaculares como ésa de que el diario gubernamental, haciendo un recuento que todo el mundo tenía hecho desde el principio, encuentra de una tacada 16.436 fallecidos más por “la Coviz” de los recogidos por la estadística del Ministerio de Sanidad que dirige el enterrador de Lucky Luke, filósofo sin ideas y catalán sin medida, gentes, dice el Fray Servando que citamos arriba, que sólo hablan de dinero, y para hacer limosna a los pobres “es necesario rifa”:
–No hay lengua que tenga por eso más negaciones: “il n’y pas”, “n’y cap”, “n’y a res”.
Este bisiesto no es su año ni en el fútbol ni en “la Coviz”, por cuya culpa el gobierno de Torra y Pla ha cerrado todas las discotecas de Cataluña, igualando así el récord… de Ronaldinho, al decir de un tuitero zumbón.
EL MÁS LISTO
Que dice Figo que le gusta mucho Bale y que no sabe por qué no juega. También a mí me gusta mucho Bale, y sospecho que no juega porque es, entre los futbolistas de esta hora, el más listo. Más listo que Figo, que ya es decir. Sus carreras en el Madrid podría escribirlas Plutarco, por su paralelismo. Costaron un Potosí (“The Guardian” dijo en su día que por el precio de Bale los ochocientos mil británicos residentes en España podrían conseguir una barrera en Las Ventas), arrasaron las bandas a base de arte y fuego (Bale mejoró en Kiev la volea de Zidane en Glasgow) para, al final, ser puestos a los pies de los caballos que no son caballos, que son piperos. Figo se sintió traicionado como un caballero de los Maia (no sabe que la traición es una virtud social en España). Y Bale, a quien Zidane invitó un domingo a irse el lunes, seguramente también, sólo que Bale debe de tener del fútbol una idea bastante menos romántica que Figo.