miércoles, 15 de julio de 2020

El habitante

Manolo Cano


Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    “A España sólo le falla el habitante”, sentenció un día Manuel Cano Muñoz, Manolo Cano, apoderado de Curro, Paula y Pepe Luis.

    “El drama de la formación de España y los españoles”, tituló don Claudio Sánchez-Albornoz un artículo en ABC que desató memorable polémica intelectual con Laín (del coro al caño) y Ridruejo (del caño al coro). Albornoz había dedicado su elocuente vida (además de a denunciar que los franquistas le habían robado su piso de Madrid) a refutar las cinco caracterizaciones por Américo Castro (¡la otra castroenteritis!) de los españoles.
    
Orgullosamente usted declara leer a Kant –dice Albornoz a Laín–; humildemente yo reconozco que leo el ABC.
    
Los interesados en comprender al habitantes español tienen unas notas, escritas en la cárcel en agosto del 36, de José Antonio Primo de Rivera, “Germanos contra bereberes”, en perpetua guerra civil: “Dos pueblos superpuestos, dominador y dominado, germánico y aborigen berebere”, que no se han fundido y ni siquiera se entienden. El pueblo dominador vigiló el no mezclarse con el dominado. El pueblo dominado, entre tanto, detesta al dominador, adoptando respecto de los dominadores apariencia de sumisión irónica.
    
En Andalucía se llega a los más exagerados extremos de adulación; pero bajo esa adulación aparente se venga la más desdeñosa zumba hacia el adulado. Esta actitud, la burla, es la más dulcemente resignada que adopta el pueblo desposeído. Más arriba aparece ya el odio y, sobre todo, la afirmación permanente de la separación.
    
En España, dice, “el pueblo” es algo particularista y hostil. El “pueblo hebreo” comprendía a los profetas. El “pueblo inglés” incluye a los lores. Aquí, “el pueblo” es lo que no es aristocracia ni iglesia ni milicia ni jerarquía…
    
El resentimiento ha esterilizado toda posibilidad de cultura. Así, grosso modo, y salvo algún ingente esfuerzo individual, desligado de toda escuela, puede decirse que la aportación de España a la cultura moderna es igual a cero.