Ignacio Ruiz Quintano
Abc
En julio del 21, una combinación española de incompetencia y corrupción ocasiona el Desastre de Annual: diez mil españoles (una broma, al lado del desastre de “la Coviz”, que diría Simancas, el Besteiro de Kehl) pasados por la cimitarra de Abd el-Krim, caudillo rifeño y modelo del Che.
El Desastre, que precipita el advenimiento de la Dictadura (y la Dictadura, la muerte de la Restauración), no tiene responsables, como es natural en España, pero produce un expediente de 2.433 folios, el Expediente Picasso, y ríos de literatura periodística que hoy ayudan a entender mejor esta rumba bailada alrededor de un jamón que es la España Oficial de los cincuenta mil muertos oficiosos.
–Annual –escribe Marcelino Domingo– es la derrota del Estado español, que no ha sabido ser en África médico.
“El Socialista” rechaza cualquier apelación a la fatalidad para explicar la catástrofe y exige culpables:
–Sobre las rivalidades entre los generales Silvestre y Berenguer [esto suena a Pablemos y Ayuso] se quiere correr un velo… ¡Intentar que se esclarezca debidamente por qué previéndose la catástrofe no se tomaron las precauciones oportunas se considera antipatriótico!
A dirimir “las responsabilidades” llaman a Maura, para quien “todos los que contribuyeron al desgobierno de España, o no lo estorbaron, pudiendo estorbarlo, son corresponsable del Desastre”, con lo cual no lo es nadie, como ahora, cuando cincuenta mil muertos no mercen el decoro de una dimisión, siquiera la de un bedel expiatorio en un gobierno sobrepasado por la adulación, cuya unidad de medida, al parecer, es el “carlin”, en reconocimiento a Juanito el Inglés.
Insiste “El Socialista”:
–¿Dónde están los responsables? ¿Lo fueron quizá los ministros del gabinete que gobernaba a España? No. Porque ni les acusó el Congreso ni les juzgó el Senado. ¿Lo fue el Alto Comisario? No. Porque el gobierno lo recibió en Madrid como a un caudillo victorioso. ¿Lo fue el infortunado general Silvestre? ¡Paz a los muertos!