Alberto Salcedo Ramos
La historia me la contó Julián Lineros, reportero gráfico que ha cubierto muchos sucesos del conflicto armado en Colombia. A un pueblo del Putumayo llamado Piñuña Negra, reconocido fortín del grupo guerrillero las Farc, llegaron en cierta ocasión varios convoyes de soldados regulares con el propósito de erradicar a los insurgentes. Los soldados, según Lineros, se apostaron en varios puntos estratégicos para protegerse del fuego contrario. Los guerrilleros estaban escondidos y lo único de ellos que se percibía en el pueblo era el tableteo de sus ametralladoras. Los soldados demoraron cerca de dos horas disparando impetuosamente contra aquel enemigo invisible. Poco a poco empezaron a notar que las balas de la guerrilla se iban silenciando, hasta que se callaron del todo. “O los matamos”, concluyó el comandante, “o los hicimos huir”.
Después de tomar las precauciones del caso salieron de sus barricadas para otear el panorama. Lo que descubrieron entonces los dejó pasmados: los guerrilleros habían estado en el pueblo ese mismo día, pero se marcharon, al parecer, cuando sintieron llegar a los soldados regulares. Eso sí: antes de irse colocaron en varios radiolas del pueblo discos compactos que contenían disparos pregrabados.
El Ejército, como es apenas obvio, mantuvo en secreto aquella heroica batalla suya contra un escuadrón de CD’s, lo que confirma la sentencia de Manuel Alcántara, el poeta andaluz: “lo curioso no es cómo se escribe la historia, sino cómo se borra”. Una función importante de la crónica es impedir, justamente, que la borren o que pretendan escribirla siempre en pergaminos atildados en los que no hay espacio ni para la derrota ni para el ridículo.
Seguir leyendo: Click