CIVIDANES, III
-Don Miguel de Unamuno le llamaba mi cilicio (a Cividanes), porque solía pasear muchas veces con él por la carretera de Zamora, y como el pobre Cividanes, tan bueno, tan amable siempre, era muy dado a las frase hechas y a los comentarios tontos, insípidos, don Miguel sufría y lo aguantaba una tarde y otra. A veces, la tontería dicha por Cividanes era de tal calibre, que don Miguel se quejaba con un ¡ay! prolongado, como si le doliera algo. "Es para mí -decía- como aquel mono que en el infierno no se separa nunca de Voltaire, eternamente encaramado en su hombro, diciéndole tonterías al oído".
HISTORIA DE UNA TERTULIA / ANTONIO DÍAZ-CAÑABATE
HISTORIA DE UNA TERTULIA / ANTONIO DÍAZ-CAÑABATE
Ignacio Ruiz Quintano