Luna Nueva, 1940
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
¿Recuerdan “Luna nueva”, la comedia de Howard Hawks? Walter Burns (Cary Grant) no acepta que su reportera Hildy Johnson (Rosalind Russell) deje el “Morning Post”. En el aire, la ejecución de Williams, por el asesinato de un policía. Hildy entrevista al convicto, tonto de remate, para llevarlo a su corral.
–¿Por qué lo mataste? Porque te dieron una pistola y la usaste. ¡Producción para uso!
Bueno, pues este chascarrillo es el argumento escogido por las Hildys y los Hildys de España para explicar la matanza de Newtown, otra tragedia de ésas que, según Obama, el tío que emociona a Spielberg repartiendo justicia universal con un “Predator”, no podemos tolerar.
–La Asociación del Rifle tiene comprados a muchos políticos… –tuitea Ana “Hildy” Pastor.
Esto, en el país de los Izquierdo en Puerto Hurraco, Ternera en Zaragoza (¿cuántos niños?) o el carnicero Chaos (veintitantos guardias jóvenes) en Madrid.
Es lo malo de juzgar culturas ajenas con los valores de la propia.
En el país de la Marsellesa (“aux armes, citoyens!”), André Breton predicó desde el surrealismo que el acto más lúcido que se puede llevar a cabo es bajar a la calle con un revólver y disparar indiscriminadamente sobre la multitud.
–¿Qué es un adulto, sino el traidor y el asesino de un niño? –grita Jean Cau.
Maquiavelo teorizó la libertad republicana de armarse y la Constitución americana prohíbe a sus gobiernos desarmar a los ciudadanos.
España, esa comedia de capa y espada que ahora da lecciones morales a América, fue desarmada por Franco, en línea con una estadolatría que ha hecho del europeo “la única especie animal inerme”.
Señores y señoras Hildys, ¿vamos a prohibir la democracia cada vez que a un concejal se le vaya la mano a nuestro bolsillo?