La Nueva Tauromaquia Sevillana prefiere a Kate Moss (arriba)
que a los condesos de la Maza (abajo)
José Ramón Márquez
Los toros del Conde de la Maza no van a estar en Sevilla porque no pasan la norma DIN, que esos toros meten mucho miedo y a los torerines no les van nada bien. Y lo mismo que se liquidan, sin que les tiemble el pulso, a los toros condesos, también eliminan lo anterior, que en este caso es la llamada preferia, el lugar donde se podían ver unas cuantas ganaderías de interés, es decir de toros.
A cambio de todo lo que nos quitan, el toro, Sevilla nos promete una encerrona de Manzanares III con seis bicornes -acaso acornes- que con toda certeza no serán del Conde de la Maza, aunque sea ganadería sevillana; ni serán de Miura, aunque sea ganadería sevillana; ni de Alonso Moreno de la Cova o Joaquín Moreno Silva, que son ganaderías sevillanas; ni de Isaías y Tulio Vázquez, que es ganadería sevillana, como Partido de Resina (¿qué tal el toro más guapo con el torero más guapo?); ni de los Herederos de Salvador Guardiola, que es ganadería sevillana; ni de Dolores Aguirre, que es también ganadería sevillana. Toros de donde sea, victorianos madrileños, garcigrandes salmantinos, con tal de que no metan espanto en el cuerpo y permitan a la tercera flor de la estirpe manzanareña poner sus posturas aflamencadas, lucir su palmito de top model, enardecer las lascivas imaginaciones de más de uno y exhibir su famoso estoque de Carbono 14 para pasmo de los siglos.
La apuesta taurina de Canorea en este año que está a punto de empezar sólo tiene una bala en la recámara que es la entronización manzanarista, la santificación del torero artista con sus pingüis, para mayor gloria del sevillanismo más rancio y de los que vienen a la Feria en hordas desde el AVE, y eso será, como antes se dijo, a despecho de eliminar la semana torista de preferia con la que se redimía a la vieja Plaza de Toros de Sevilla -no pongo Real Maestranza, porque eso es cosa de madrileños y forasteros- del oprobio de que a su arena salten las bazofias que usualmente sueltan en la llamada ‘semana de farolillos’.
Y Canorea, víctima de su cálculo, se la juega a Manzanares para que eso le salve, publicitando la inexistente gesta como momento único, histórico e irrepetible, pero no se da cuenta de que las seis efusiones de arte como las que promete el alicantino, seis faenas de posturas y de mohínes, ridículo ballet, no hay loco-mía que los aguante, y ni siquiera las seis rotundas estocadas que dará con su Carbono 14 servirán para tapar la afrenta que supone la palmaria evidencia de que lo que tiene enfrente no es nada: la leche sin lactosa, el café sin cafeína, los toros sin toros.