J. B. y la que está cayendo
(Colección Look de Té)
Jorge Bustos
No sé si han cogido ustedes el metro de Madrid en época navideña, pero
siempre huele como si alguien acabara de vomitar dentro. Últimamente
además se intensifica el olor porque con las huelgas los vagones se
cargan el doble, o el triple, y producen unas náuseas terribles, no sé
cómo no mueren más ancianas a diario ahí abajo, con la obsesión que
tienen siempre las viejas por la higiene. Fuera del metro, en cambio, la
ciudad se pone muy bonita, sobre todo por el centro, con todas esas
luces y millones de niños entrando y saliendo de tiendas acompañados de
sus madres. Hace ya mucho que no soy tan pequeño como para volverme loco
paseando por las tiendas de juguetes, pero me gusta acercarme a ellas
para ver las caras de ilusión de los enanos. Supongo que la Navidad
tiene que ver con esas caras que ponen los niños en esas tiendas, porque
luego crecen y pueden acabar en el Ejército o prostituyéndose en
cualquier empleo cochambroso, y entonces celebrar la Navidad puede
volverse un trago increíblemente desagradable. En serio.
A mí Jesucristo me cae bien, ya lo he dicho alguna
vez, pero con el resto de la Biblia no puedo. En especial con los
discípulos, a los que me cuesta distinguir de los fariseos. Gente como
esa la hay ahora en todos lados, en especial en el periodismo, sacando
vocecitas de lo más hipócrita para echarnos unos sermones la mar de
falsos que ni ellos mismos se creen. No puedo con eso, se lo juro. Todo
el día hablando de la que está cayendo. Al final Jesucristo nació en un
comedero de mulas y miren luego la que armó, ya podrían los periodistas
hacer lo mismo en vez de estar quejándose todo el día.
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