Érase un hombre a un balón parado
El famoso Balón Parado del Madrí
Ahora todos serán ataques a Mou, del que nadie ha querido ver “su alma
de marinero portugués”. Índico y melancólico, nauta necesario
(ecumenismo de Florentino) de ese bajel varado en Chamartín
Hughes
Abc
El Bernabéu callaba aún más para despedir a la hija de Don Alfredo. Mou, que estrenaba trenka, saludaba a Aguirre, que no tiene sus problemas con la prensa. Aguirre explota perfectamente su franqueza macha y cuate de salvaequipos y parece que en las ruedas de prensa está a punto de sacar unos tequilas.
El español tiene un equipo raro: Casilla, que no Casillas; Forlín, que no Forlán, algo así como sucedáneo, y luego a Simao sin sabrosura y Sergio García, delantero de cabalgada solitaria y coleta pensada como a propósito para que Pepe se agarrara a ella tras haber marcado.
El Madrid sacaba de nueve a Callejón, que se permutaba con Cristiano como Robin haría con Batman. Callejón igual hace de nueve que de lateral y en realidad todos los canteranos son él, aunque algo mate y desmontable limite su fútbol.
Lo cantaba Martirio: para meterme goles tienes que abrir el juego por las bandas. El Madrid jugaba con el estrabismo de las bandas invertidas. Özil iba de la derecha al centro para ganar panorama y le dejaba pasillo a Arbeloa, que también se centraba con el movimiento del cangrejo de Cabrales. Todos agolpados en el mirador de la mediapunta.
El Madrid se movía con la cadencia de general a caballo de Kedhira. De sus botas salió el centro que Cristiano remató con la planta, tratando a la pelota como se trata a un puf.
En la segunda parte, Di María alegró la cosa con su alegría de galgo en campo abierto. Marcó Coentrao y pudo haber más goles, pero el ultra del megáfono cantaba como un muecín y esa salmodia acabó durmiendo a todo el mundo. Y es que echar a Pep valió por dos ligas y ésta se fue a balón parado, como si el equipo aún estuviera ensayando. Ahora todos serán ataques a Mou, del que nadie ha querido ver “su alma de marinero portugués”. Índico y melancólico, nauta necesario (ecumenismo de Florentino) de ese bajel varado en Chamartín.
El español tiene un equipo raro: Casilla, que no Casillas; Forlín, que no Forlán, algo así como sucedáneo, y luego a Simao sin sabrosura y Sergio García, delantero de cabalgada solitaria y coleta pensada como a propósito para que Pepe se agarrara a ella tras haber marcado.
El Madrid sacaba de nueve a Callejón, que se permutaba con Cristiano como Robin haría con Batman. Callejón igual hace de nueve que de lateral y en realidad todos los canteranos son él, aunque algo mate y desmontable limite su fútbol.
Lo cantaba Martirio: para meterme goles tienes que abrir el juego por las bandas. El Madrid jugaba con el estrabismo de las bandas invertidas. Özil iba de la derecha al centro para ganar panorama y le dejaba pasillo a Arbeloa, que también se centraba con el movimiento del cangrejo de Cabrales. Todos agolpados en el mirador de la mediapunta.
El Madrid se movía con la cadencia de general a caballo de Kedhira. De sus botas salió el centro que Cristiano remató con la planta, tratando a la pelota como se trata a un puf.
En la segunda parte, Di María alegró la cosa con su alegría de galgo en campo abierto. Marcó Coentrao y pudo haber más goles, pero el ultra del megáfono cantaba como un muecín y esa salmodia acabó durmiendo a todo el mundo. Y es que echar a Pep valió por dos ligas y ésta se fue a balón parado, como si el equipo aún estuviera ensayando. Ahora todos serán ataques a Mou, del que nadie ha querido ver “su alma de marinero portugués”. Índico y melancólico, nauta necesario (ecumenismo de Florentino) de ese bajel varado en Chamartín.