miércoles, 7 de septiembre de 2022

Vida del pintor Bonifacio. Cubismo desamparado II

                        


[Detalle del retrato de Bonifacio por García Alix en el libro]

 

BONIFACIO

Turner, 1992


Ignacio Ruiz Quintano

 

SEIS
Cubismo desamparado II


En el extranjero, el biquini ha hecho ya su curvilínea aparición, y Adorno se rebela contra la monstruosa fusión de la cultura, de la publicidad y de la diversión industrializada, si bien el fenómeno, lo mismo que su descubridor, todavía no es comprensible en España. La del individuo libre, despreocupado, creador, y su correspondiente, el éxtasis frívolo del yo, es una teoría occidental demasiado avanzada como para sorprender descuidado al indomable espíritu español, constituido en reserva nacional de lo universal.

Estamos en los cincuenta, y los cincuenta es la década de las imitaciones. Si en España los malos toreros remedan a Belmonte, en América los malos cineastas remedan a Capra, y en 1956 cometen una versión infame de “Sucedió una noche”, aquel saco de óscares para Claudette Colbert por enseñar la pierna y para Clark Gable por levantar el dedo. Esa pierna y ese dedo habían derrumbado por sí solos las murallas de Jericó, simbolizadas en la manta colgada para separar las dos camas del motel, y el mundo, sin murallas de Jericó, no volvería a ser el mismo.

En España, sin embargo, los españoles siguen en 1956 sin renunciar a la camiseta masculina, cuyo uso, gracias a Clark Gable en “Sucedió una noche”, está desterrado por la moda desde hace veinte años, y hay que vender camisetas. Los publicistas nacionales, ignorantes de la locura tecnológica que se apodera del mundo, basan en el dibujo más o menos artístico toda la magia del reclamo comercial, y los artistas que carecen de posibles para alquilar un estudio en París descubren que la única manera de defenderse es poner su talento al servicio de la publicidad.

Bonifacio se coloca en Industrias Nerecán, y una de sus labores principales consiste en perfilar modelos del natural, pero, en un país de hombres en camiseta, ¿cómo contemplar modelos femeninos en el seno augusto de la Naturaleza?

El mercado de modelos femeninos está por las nubes, y los empleados, si quieren perfilar esos desnudos, no tienen otro remedio que reunirse y entre todos costear los servicios de una puta dispuesta a dejarse pintar, lo que, a la larga, tampoco se presenta como un socorro artístico, porque la cuestación, por un lado, y, por el otro, la inevitable furia sexual –nostalgia de la escultura, en boca de los parnasianos–, hacen que el negocio deje de redituar.

Bonifacio, como artista, tiene más razón que la realidad, pero la realidad no se da por vencida, y Bonifacio busca fortuna entonces en Publicidad Eiffel, donde se mata a dibujar, y lo mismo portadas para fundas discográficas que etiquetas para latas de escabeche destinadas al consumo de españoles en camiseta y bien ajenos al certero y poderoso instinto del dibujante que los guía.