Ignacio Ruiz Quintano
Abc
No me gustan las muchedumbres.
La idea de la muchedumbre como fuerza política es dieciochesca, pero anti-ilustrada. A Goya le inspiró cuadros tremendos, como ese “Actores ambulantes” que anticipa a la Zeja de Zetapé en una multitud absorta en la telebasura de 1793. ¡El anti-populismo!
Goya estuvo el sábado en la manifestación del Orgullo Gay, de cuya pancarta fue expulsado el Partido Popular, hecho que David Gistau comentó aquí con un formidable juego de nunchakus que dejó al pepero Oyarzábal mirando a Pamplona y tuiteando:
–¿Y a los gays de centro-derecha quién los representa?
Quise sugerirle a Oyarzábal la misma solución que Baremboim ha dado a la crisis griega, una orquesta greco-alemana, pero me quedé sin batería.
Para Gistau, el único político con derecho a la pancarta del Orgullo Gay es Zapatero, pero Zapatero es un gato que, si caza ratones, es porque cree que hace daño al dueño. También declaró que daría por bueno en Madrid lo que el Parlamento de Cataluña aprobara en Barcelona, y si un día la separación se consumara iría él, tan pichi, llevando la pancarta de la independencia.
En pura teoría política, identificar sociedad civil y Estado recibe el nombre de fascismo, si bien esto no lo saben ni los peperos ni quienes los echaron de la pancarta, representantes, algunos, de las ideologías más homófobas del muestrario.
El pretexto para la expulsión de los peperos es que fueron recalcitrantes con la palabra “matrimonio” para designar la unión homosexual, llevados por esa “rebeldía” de derechas atisbada por el Séneca:
–Siempre lo que había molestado en el Evangelio era que no nos dejaran amar a todas las mujeres. Ahora resulta que lo que más molesta es que nos manden amar a todos los hombres.
La exclusión pepera es otra lección de la socialdemocracia rampante. Después de todo, si la derecha lleva cuarenta años llamando “democracia” al Estado de partidos, ¿qué le costaba llamar “matrimonio” a la unión homosexual?