domingo, 19 de julio de 2015

Espartaco


Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    Fascinado por la Web de la Verdad de la ex juez Carmena y el ex cura Barbero en Madrid, un amigo de Sevilla me recuerda una “verdad científica” impuesta por Stalin y relatada por Yuri Dombrovski en “La facultad de las cosas inútiles”, una “web de la verdad” sobre el comunismo carmenitano en Rusia, gran lectura para esos votantes pijos de Pablemos a los que se les hace largo el mes de agosto.

    Stalin decretó “verdad científica” que la rebelión de Espartaco acabó con el Imperio Romano, y a quien echando cuentas le salieran al menos otros cinco siglos de romanos lo enviaban a donde Juanito Benet, ¡en el 76!, pedía (“Cuadernos para el diálogo”) que se enviase a los recalcitrantes: el Gulag.
    
Las “cosas inútiles” para el estalinismo eran los grandes valores de la cultura europea, perseguidos con saña por los cancerberos del sistema, esos que te dicen qué hay que pensar, creer, decir o recordar. Por ejemplo, que Espartaco acabó con Roma como la abuela Carmena con el hambre infantil, pues en verdades así basó Evo Morales su teoría de la lucha boliviana de su abuelo contra el imperio romano.

    Son zoquetes, pero cursis que detrás siempre tienen un pez gordo de la cursilería: Alberti, Neruda, Hernández.
    
Alberti (a la muerte del psicokiller): “Padre y maestro y camarada: / vuela en lo oscuro un gavilán”.
 
    Neruda: “Lenin recibió de los zares / telarañas y harapos. / Lenin dejó una herencia / de patria libre y ancha. / Stalin la pobló / con escuelas y harina, / imprentas y manzanas”.

    Y Hernández (con más manzanas para el psicokiller: “Y sólo se verá tractores y manzanas”): “Dormitorios de niños españoles: zarpazos / de inocencia que arrojan de Madrid, de Valencia, / a Mussolini, a Hitler, los dos mariconazos…”)

    El comunismo municipal de Madrid es tan científico que ataca la Ley Hipotecaria, a la que debe el piso, y defiende la de la Memoria, por la que le quitará la calle a Jardiel para dársela e Espartaco.

    E invitarán a Tita Cervera, por su Santoni.