lunes, 27 de julio de 2015

Martiño




Ignacio Ruiz Quintano
Abc

      Martiño, el alcalde de Santiago, se negó a entrar a la catedral en el día del Apóstol.

    Martiño es como la Carmiña de Camba en la pensión, un pintoresquismo gallego, pero con cargo al Presupuesto.

    –La pelea de Grecia es mi pelea –es la frase más seria del alcalde de Santiago.

    ¿Cuál es la pelea de Grecia? ¿Pedir? Para pedir ya teníamos a los curas. Y lo que Martiño no sabe es que en Grecia no creer en los dioses de la ciudad te costaba la cicuta.
  
Votantes hay que todavía protestan contra la mala educación de Martiño (no acudir a la catedral): un alcalde representa a todos, dicen, sin caer en la cuenta de que, en nuestro sistema proporcional de listas de partido, Martiño sólo representa al tío que le puso en esa lista. El resto es… carácter.

    La Ilustración escocesa dio a Hume y la Ilustración española da a Martiño, que, como buen regionalista, ha conseguido sustituir con un problema casero los grandes problemas de nuestro siglo.

    –“Le” somos una nación, ¿sabe usted?
  
¿Y luego?
  
Martiño no entra a la catedral, seguramente por haber leído “La vida sexual del clero”, de Pepe Rodríguez, pero yo sé de un curso de estudiantes de Historia del Arte de la Complutense que fueron a Roma y en nombre del laicismo se negaron a pisar el Vaticano, como, por el mismo motivo, se habían negado a estudiar el Renacimiento en clase: con una entrevista de las de Serraller (Pacocalvo) a un famoso o un artículo de fondo de Borja-Villel citando (mal) a Gramsci iban que chutaban.

    –La pescozada, señor, antiguamente Santiago la daba a los reyes –dice Quevedo; hoy quieren los procuradores de corte que los reyes se la den a Santiago en la cara.
  
Martiño triunfa porque es eterno.

    Camba asistió a una velada gallega en el Español donde un recaudador de contribuciones salía a escena acompañado del Juzgado para embargar la casa de un campesino que debía varios recibos. “¡He aquí lo que se hace con los gallegos!”, decía el campesino.

    Bueno, pues ese campesino era Martiño.