viernes, 19 de octubre de 2012

Muñeca


Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    Al sospechar de la inmovilidad del copiloto, la Guardia Civil multó con doscientos euros a un español de toda la vida que circulaba por el Bus-Vao de la carretera de La Coruña con un maniquí en el asiento de al lado.

    ¡Lo que se le escape a la Guardia Civil!

    Porque esa sospecha del maniquí la he tenido yo con Casillas el día del City, o con Sylvia Kristel, ahora que ya no está, en “Emmanuelle”, pero, no siendo uno guardia civil, ¿qué podía hacer?
    
La ventaja de circular por el Bus-Vao desde Majadahonda a Madrid es ahorrarse quince minutos, pero, luego del espectacular hallazgo del Benemérito Instituto, esos amigos míos que presumen de vivir a quince minutos de la Puerta del Sol me van a parecer todos chóferes de muñecas.
    
Lo que pasa es que por doscientos euros, que es hoy el salario mensual de un “minijob”, casi trae más cuenta contratar a una señorita de verdad que te haga de Luis Moya (“para izquierda, ruuus”, “para derecha, raaas”, “ojo túnel”, “badén tiqui-taca”…), y encima te evitas los gritos que el feminismo montonero le pegó a Berlanga por su “Tamaño natural”, aquella muñeca que en alguna noche de agosto, en algún desván de Somosaguas, Jorge, su hijo, nos invitaba a mirar.
    
¿Quién iba a decirnos a nosotros que la chica de la curva era un maniquí?

    Otra cosa es la política de Interior, que ha distribuido la foto para echárselas de a mí no me la dan con queso y lo que consigue es sumirnos a todos en el síndrome Paula, que es ese síndrome fatal de que todo es falso:

    –La llave de oro es falsa, la invitación está mal hecha, el libro está mal titulado, la alcaldesa no sé si manda… –refunfuñaba Rafael de Paula este verano en un homenaje ful que le dieron en Ronda.

    Y la muñeca, en manos de un sargento.