J. R. M.
El Natural. Fundamento del toreo y de la tauromaquia de Antoñete. El cite de lejos, la muleta levemente adelantada, el grito ¡yuh! El toro se arranca, el diestro sabe perfectamente su velocidad, aguanta sin inmutarse, quieta la planta, erguida la figura. Carga levemente la suerte y despacio -muy despacio- prolonga el lance hasta el infinito. Antoñete comenzaba los naturales, muchas veces, ayudado porque la fragilidad de sus huesos no le permitía sujetar la muleta con una sola mano. Sin embargo, cuando remataba el pase los aficionados estallaban en olés, en ovaciones, pues era de tal lentitud y longitud que la gente se olvidaba del comienzo heterodoxo. La hondura del natural citado a la distancia está por encima de la pureza y de la ortodoxia. Es el genio.
Jorge Laverón
La tauromaquia de Antoñete
Ed. Las páginas del tendido, 1988
Jorge Laverón
La tauromaquia de Antoñete
Ed. Las páginas del tendido, 1988
***
En esta sinfonía
del capote que suena,
¿a qué? He aquí el misterio.
Todo, la tela, el aire
de la distancia, toda la embestida,
agresiva y solemne,
y cuando el temple llega ya es un canto.
He aquí un torero que, aunque tenga nombre,
se lo va dando más, y quiere y salva.
Esa manera de estar en la plaza,
el movimiento interno, el del tanteo,
se maciza,
y se hace tacto y arte al mismo tiempo
cuando llega el embroque.
Aparición sin tiempo.
¿Frontal o circular? ¿Es movimiento
o es reposo?
La lejanía, la proximidad,
helas aquí. Él bien sabe
la religiosidad del humo y de la sangre:
lo más vivo. Y le llega
una revelación oscura, por la izquierda
o bien por la derecha, y está el cuerpo
ofrecido, total, aquí en su pecho, en poderío y mármol,
entre la magia y la sabiduría.
Toreando (Antoñete)
Claudio Rodríguez
del capote que suena,
¿a qué? He aquí el misterio.
Todo, la tela, el aire
de la distancia, toda la embestida,
agresiva y solemne,
y cuando el temple llega ya es un canto.
He aquí un torero que, aunque tenga nombre,
se lo va dando más, y quiere y salva.
Esa manera de estar en la plaza,
el movimiento interno, el del tanteo,
se maciza,
y se hace tacto y arte al mismo tiempo
cuando llega el embroque.
Aparición sin tiempo.
¿Frontal o circular? ¿Es movimiento
o es reposo?
La lejanía, la proximidad,
helas aquí. Él bien sabe
la religiosidad del humo y de la sangre:
lo más vivo. Y le llega
una revelación oscura, por la izquierda
o bien por la derecha, y está el cuerpo
ofrecido, total, aquí en su pecho, en poderío y mármol,
entre la magia y la sabiduría.
Toreando (Antoñete)
Claudio Rodríguez