Abc
El escritor Marías rechaza veinte mil euros del Estado y al contribuyente español casi le entran ganas de leer a Marías.
Qué ejemplo para Íker y Xavi, esos tiranos de la trona, pero por algo dice Pemán que los genios son mucho menos puros que los pedantes. ¿Cómo negar a Íker y Xavi su condición de genios del marketing socialdemócrata, o a Marías su obsesión de pedante remilgado por ser, antes que escritor, puro?
–No me gusta que el Estado envuelva con homenajes a sus intelectuales –avisa el chileno Lafourcade–, porque esto nunca es gratuito, como lo señala el proverbio árabe que dice: “¿Por qué me humillas con tu generosidad?”
Mientras Lucía Etxebarría se despeina, furiosa, por los veinte millones de euros que Amancio Ortega dona a Cáritas, Marías, cuya vida es otro “estar en activo” de pureza juanramoniana, rechaza los veinte mil euros del subsecretario Lassalle, que hace de mendigo que llama a la puerta en la profecía de Walter Benjamin.
Juan Ramón recibió el Nobel llorando en la cama, escena que para Lassalle bien debía de valer la inversión de veinte mil euros del cepillo cultural, aunque a Marías, para ser Juan Ramón, le falten “Platero” y una Zenobia.
Marías tiene traducciones, pero hay una ley, y volvemos a Pemán, por la cual nadie se conforma con la gloria puramente profesional.
–El que es seleccionado de la masa por su profesión prueba un buchito dulce de gloria, pero en seguida pide una gloria más aparente, más estridente. Y entonces, además de chófer o aviador, decide ser “izquierdista”.
Como Marías.
El sevillano Alejandro Sawa llevó en París a Rubén a conocer a Verlaine: “¡Qué gloria!”, exclamó Rubén. Y Verlaine:
–¡La gloria! ¡La gloria! ¡Mierda y otra vez mierda!
Y la Etxeberría con esos pelos.