miércoles, 11 de abril de 2012

Los pies de San Pedro


Jorge Bustos

El Lavatorio de Tintoretto es un cuadro de una belleza literalmente indescriptible. Mezcla demasiados motivos, contrasta distintas tentativas, apunta diferentes vías sin decidirse por ninguna. Es un lienzo misterioso y diáfano a un tiempo, calmo y tenso a la vez. Al pintor le encargan escenificar el clímax narrativo de la Biblia, que ocupan las horas previas al prendimiento de Jesús, pero lo ubica en una estancia de suntuosidad pagana, de gusto clásico. Ese primoroso pavimento de octógonos azulados y rombos malvas evoca la villa de un patricio romano, y los órdenes de las columnas y arcos que cierran el fondo informan de la vigencia irrenunciable del canon grecolatino. La mistificación manierista culmina en un patio abierto a un inverosímil canal veneciano, armonioso y platónico. ¿De dónde proviene entonces la incongruente sensación de drama que nos acomete al mirar?

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