Reparto de comidas hace cien años
Francisco Javier Gómez Izquierdo
Ahora que llega el tiempo de la cosecha es conveniente no perderse en el laberinto de las lamentaciones. Madrid y Barcelona, desde el coro de sus catedrales, nos tienen a los de provincias entretenidos con un tráfico de favores arbitrales que nunca les es suficiente, olvidando las heridas que dejan por los pueblos reclamando penaltys para sí y negándoselos al prójimo. El sábado fui testigo en El Arcángel de la torpeza de un árbitro que nació canario y que es capaz de expulsar a un inocente futbolista sometido a terrible apreciación de un particular con falta de conocimiento. Mano involuntaria junto a la banda y ¡a la calle! Poco después anuló un gol espectacular al Córdoba por no haber entendido correctamente la regla del fuera de juego... y esto es así en cada encuentro de 2ª División. Total, otros dos puntos menos, y el público veleidoso que empieza a meterse con todo Dios. Hasta con Javi Hervás, cuya venta en diciembre al Sevilla hizo un poco de bulto en la vacía bolsa del club. El sábado la grada le afeó su “sevillismo,” porque ¡cosas del fútbol!... si se tiene por cierto que nadie juega como nosotros, alguien ha de tener la culpa si el Córdoba no sube, pues toca repetir la gesta alcanzada hace ahora justos 50 años del primer ascenso a Primera División (abril de 1962).
Tras escuchar la parla estrafalaria de Clemente explicando el Reglamento, y las desconcertantes interpretaciones sobre la caída de Cuenca, decidí subir andando a las ermitas cordobesas aprovechando que este domingo se repartían las habas de los ermitaños . Al Desierto de Nuestra Señora de Belén trepaban los menesterosos por las que llaman cuestas “del Reventón” y “de los pobres” por meter algo caliente a las tripas. Es ésta una tradición que se hacía los últimos años por entretenimiento casi deportivo y que debido a la indigencia nacional vuelve a tener el mismo significado que dieran aquellos hombres ascéticos, de los que ya no queda ni uno. Sin ánimo de ser alarmista, pude ver cómo una pareja de treintañeros llenaba una fiambrera del guiso cocinado en sagrado por solucionar el almuerzo del lunes.
Tras el inevitable paso ante el poema en mármol de Fernández Grillo, giro hacia la gruta de San Elías y prometo asistir al gran espectáculo balompédico de la semana con los cinco sentidos puestos en el terreno de juego. En el fútbol.
Tras escuchar la parla estrafalaria de Clemente explicando el Reglamento, y las desconcertantes interpretaciones sobre la caída de Cuenca, decidí subir andando a las ermitas cordobesas aprovechando que este domingo se repartían las habas de los ermitaños . Al Desierto de Nuestra Señora de Belén trepaban los menesterosos por las que llaman cuestas “del Reventón” y “de los pobres” por meter algo caliente a las tripas. Es ésta una tradición que se hacía los últimos años por entretenimiento casi deportivo y que debido a la indigencia nacional vuelve a tener el mismo significado que dieran aquellos hombres ascéticos, de los que ya no queda ni uno. Sin ánimo de ser alarmista, pude ver cómo una pareja de treintañeros llenaba una fiambrera del guiso cocinado en sagrado por solucionar el almuerzo del lunes.
Tras el inevitable paso ante el poema en mármol de Fernández Grillo, giro hacia la gruta de San Elías y prometo asistir al gran espectáculo balompédico de la semana con los cinco sentidos puestos en el terreno de juego. En el fútbol.
Fernández Grillo y las ermitas
El mismo plato de habas, 100 años después