Añorado Novecento
Francisco Javier Gómez Izquierdo
Después de más de 20 años viviendo en Andalucía, ayer aprendí lo imprescindible que ha llegado a ser el señorito entre estas gentes. A un servidor, cómo está montada la cosa de los votos no le llama nada, pero tras la plaga de golfos impresentables que ha ido desfilando ante el personal y la sentida afectación con la que hablaban muchos antiguos adeptos a la progresía, llegué a creer que los del Pepé se llevaban el gato al agua... ¡ pero no!
Uno de Priego de Córdoba que se llama Niceto me tiene dicho que exagero con el clientelismo de los pueblos, pero hace un rato me dice que no, que me quedo corto, y eso que Priego es de los pueblos más formales y orgullosos. Mientras la derecha duplicaba en votos en las capitales de provincia, las fuerzas de progreso “gobernantas” repartían miedo y anunciaban miseria entre los jornaleros del campo de su inmenso latifundio. Decir jornalero en el barrio de Gamonal de Burgos y pensar en una cuadrilla de aceituneros será todo uno, pues lo que no acierta a comprender Gamonal, ni comprenderá nunca Castilla, es que en Andalucía, todos los ciudadanos, menos los de la ciudad, y no sólo cuatro cuadrillas, son jornaleros... y el jornalero procura llevarse bien con quien tiene. ¡¡Eso sí!!, sin que se entere la gente.
El jornalero andaluz está destinado secularmente a padecer señoritos de múltiples raleas a los que pone buena cara, canta un cantar y toca las palmas que haga falta. El jornalero andaluz sabe que los señoritos suelen ser rumbosos cuando se les calienta la boca y hasta invitan a güisqui y roncola. El jornalero andaluz no sabe de dónde salen los dineros de los señoritos. Ni le va, ni le viene. Al jornalero andaluz, lo que le interesa es que no le falte la paguita “pa tomar el mediecito jugando al dómino”.
-Yo me busco la vida, ¿sabusté? Unas chapuzas en los albañiles, unos pocos de cartones de tabaco del contrabando y mi paguita... y salgo p’alante.
Después de más de 20 años viviendo en Andalucía, ayer aprendí lo imprescindible que ha llegado a ser el señorito entre estas gentes. A un servidor, cómo está montada la cosa de los votos no le llama nada, pero tras la plaga de golfos impresentables que ha ido desfilando ante el personal y la sentida afectación con la que hablaban muchos antiguos adeptos a la progresía, llegué a creer que los del Pepé se llevaban el gato al agua... ¡ pero no!
Uno de Priego de Córdoba que se llama Niceto me tiene dicho que exagero con el clientelismo de los pueblos, pero hace un rato me dice que no, que me quedo corto, y eso que Priego es de los pueblos más formales y orgullosos. Mientras la derecha duplicaba en votos en las capitales de provincia, las fuerzas de progreso “gobernantas” repartían miedo y anunciaban miseria entre los jornaleros del campo de su inmenso latifundio. Decir jornalero en el barrio de Gamonal de Burgos y pensar en una cuadrilla de aceituneros será todo uno, pues lo que no acierta a comprender Gamonal, ni comprenderá nunca Castilla, es que en Andalucía, todos los ciudadanos, menos los de la ciudad, y no sólo cuatro cuadrillas, son jornaleros... y el jornalero procura llevarse bien con quien tiene. ¡¡Eso sí!!, sin que se entere la gente.
El jornalero andaluz está destinado secularmente a padecer señoritos de múltiples raleas a los que pone buena cara, canta un cantar y toca las palmas que haga falta. El jornalero andaluz sabe que los señoritos suelen ser rumbosos cuando se les calienta la boca y hasta invitan a güisqui y roncola. El jornalero andaluz no sabe de dónde salen los dineros de los señoritos. Ni le va, ni le viene. Al jornalero andaluz, lo que le interesa es que no le falte la paguita “pa tomar el mediecito jugando al dómino”.
-Yo me busco la vida, ¿sabusté? Unas chapuzas en los albañiles, unos pocos de cartones de tabaco del contrabando y mi paguita... y salgo p’alante.
Sánchez Gordillo, ¿nuevo Ministro de Agricultura Andaluz?
Vejeriega. Vejer. Cádiz. Andalucía
