miércoles, 21 de marzo de 2012

Falso prestigio de la primavera

Ralph Wiggum

Jorge Bustos

No les hace falta a ustedes ningún estudio de la Universidad de Milwaukee sobre las causas de la obesidad infantil. Ya les digo yo que esa grasa sale de comer mucho y moverse poco. Uno, sin ir más lejos, luce ahora una pierna recién desyesada que es el epítome de la flaccidez pernil del mismo modo que Ralph Wiggum, de Los Simpson, agota el tópico proboscídeo y lelo de la obesidad infantil. Lleva uno la pierna colgando y poco esperanzadora como un balance deflacionista, pero yo trato de disciplinarla en el olvidado arte de caminar.

En mi adolescencia atravesé por una brevísima fiebre vocacional de fondista keniano y tuve un profesor de gimnasia que decía que la diferencia entre andar y correr no es física sino mental: mientras corres tienes que estar pensando en cómo corres y en seguir corriendo. Bien, pues un convaleciente de fractura perónea, al decidir erguirse y echar a andar, debe ponerse a cavilar minuciosamente cómo anda, cómo apoya, a qué endiablada baldosa apunta la muleta, so pena de una aguda reconvención en forma de quejido muscular. He practicado durante tres días y hoy puedo decir que compongo pasablemente la entrañable estampa basculante del doctor House. No descarto de hecho empezar Medicina.

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