...les bourgeois c’est comme les cochons...
Ignacio Ruiz Quintano
Abc Cultural
Con la política de recortes bajará la exigencia de los textos teatrales, sostiene Vicky Peña, esposa de Mario Gas, sobrino de Mario Cabré, matador de toros.
Es como si Ronaldo, porque le van a subir los impuestos, amenazara con meter menos goles.
¿Quiénes son y dónde están esos dramaturgos que rebajan la altura de sus textos porque el Ayuntamiento les recorta la subvención?
No serán muy de izquierdas, si hacen eso.
En Madrid, el dramaturgo de izquierdas (y estoy pensando en Manuel Azaña, no en Lauro Olmo) almuerza siempre por cuatro o cinco pesetas en un restaurante alemán, y luego se va a su oficina a escribir dramas y comedias que no tiene esperanza alguna de estrenar, ya que nada está más lejos de su ánimo que la idea de llegar a ser, no ya presidente del Consejo de Ministros, sino de la República, que tal es la descripción que Julio Camba nos proporciona del Cicerón (por la verruga) de Alcalá, aquel “escritor sin lectores” contra el que tanto avisó, sin éxito, Unamuno.
A falta de lectores, Azaña (“grande en las pequeñeces de la soberbia”, lo pinta don Niceto Alcalá-Zamora) se nos mete a político, y a falta de espectadores, los cómicos municipales… también, resueltos a “épater le bourgeois” con el dinero extraído… de “le bourgeois”, pues “les bourgeois c’est comme les cochons”, canturreaba Jacques Brel, y de ellos todo se aprovecha.
Mientras en Mesopotamia se reprime por extraña a la cultura “emo” (lo más “emo” que tenemos en España sería la figura del torero José Tomás a raíz de su segunda venida), en Madrid nos endeudamos en el sostenimiento de un teatro griego con textos de Lavapiés.
Griega, desde luego, es la cosa de poner el teatro al servicio del poder: los fondos destinados a ello eran sagrados, y su desvío se penaba con la muerte. Madrileña, en cambio, es la cosa de poner el teatro al servicio de la oposición. La democracia de Pericles y el fascismo de Ana Botella.
Abc Cultural
Con la política de recortes bajará la exigencia de los textos teatrales, sostiene Vicky Peña, esposa de Mario Gas, sobrino de Mario Cabré, matador de toros.
Es como si Ronaldo, porque le van a subir los impuestos, amenazara con meter menos goles.
¿Quiénes son y dónde están esos dramaturgos que rebajan la altura de sus textos porque el Ayuntamiento les recorta la subvención?
No serán muy de izquierdas, si hacen eso.
En Madrid, el dramaturgo de izquierdas (y estoy pensando en Manuel Azaña, no en Lauro Olmo) almuerza siempre por cuatro o cinco pesetas en un restaurante alemán, y luego se va a su oficina a escribir dramas y comedias que no tiene esperanza alguna de estrenar, ya que nada está más lejos de su ánimo que la idea de llegar a ser, no ya presidente del Consejo de Ministros, sino de la República, que tal es la descripción que Julio Camba nos proporciona del Cicerón (por la verruga) de Alcalá, aquel “escritor sin lectores” contra el que tanto avisó, sin éxito, Unamuno.
A falta de lectores, Azaña (“grande en las pequeñeces de la soberbia”, lo pinta don Niceto Alcalá-Zamora) se nos mete a político, y a falta de espectadores, los cómicos municipales… también, resueltos a “épater le bourgeois” con el dinero extraído… de “le bourgeois”, pues “les bourgeois c’est comme les cochons”, canturreaba Jacques Brel, y de ellos todo se aprovecha.
Mientras en Mesopotamia se reprime por extraña a la cultura “emo” (lo más “emo” que tenemos en España sería la figura del torero José Tomás a raíz de su segunda venida), en Madrid nos endeudamos en el sostenimiento de un teatro griego con textos de Lavapiés.
Griega, desde luego, es la cosa de poner el teatro al servicio del poder: los fondos destinados a ello eran sagrados, y su desvío se penaba con la muerte. Madrileña, en cambio, es la cosa de poner el teatro al servicio de la oposición. La democracia de Pericles y el fascismo de Ana Botella.