Empresas que ignoran los piquetes y piquetas
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Tengo un amigo funcionario que el 29 trabajó… solo. No por la huelga, sino por el moscoso (“día libre destinado a resolver asuntos propios”), esa apoteosis de la hipocresía progre: a los ojos de los compañeros haces huelga, pero a los oídos de la nómina, no.
Y tengo media docena de amigos periodistas en la calle: cinco están poniendo un bar (allá ellos con esa Némesis/Cicciolina de “Novecento” que es el nuevo Willy Toledo) y el otro ha puesto una escuela de lenguas con el dinero familiar, porque los bancos, después de lo de Shylock, no prestan.
A éste (a mi amigo, no a Shylock) lo visitó el 29 un piquete ugetero para informarle de la opinión que su actividad le merece al sindicato de clase: “¡Empresario! ¡Cabrón!”
Esa manada era correligionaria de un famoso consejero del Monte de Piedad del padre Piquer que este invierno le negó a mi amigo crédito para ayudar a montar la escuela. Se llama Pepe y vive como un tal: sindicalista, ugetero y con una idea de la empresa que yo no he visto en las “Empresas Sacras” del jesuita Núñez de Cepeda.
En cuanto a “cabrón” (“latine caper”), por el Cobarruvias sabemos que es símbolo de la lujuria y del demonio, en cuya figura gustan de aparecerse las brujas.
Y ahora, en la vuelta a la normalidad (sindicalistas al ocio y trabajadores al negocio), en el mismo papel de barba cuyo editorialista, escandalizado a lo Caifás, instaba a los políticos a parar la violencia (?) de Mourinho, se instruye a los lectores en el arte de la comprensión de piquetes y piquetas:
–La huelga general no es una fiesta.
Abc
Tengo un amigo funcionario que el 29 trabajó… solo. No por la huelga, sino por el moscoso (“día libre destinado a resolver asuntos propios”), esa apoteosis de la hipocresía progre: a los ojos de los compañeros haces huelga, pero a los oídos de la nómina, no.
Y tengo media docena de amigos periodistas en la calle: cinco están poniendo un bar (allá ellos con esa Némesis/Cicciolina de “Novecento” que es el nuevo Willy Toledo) y el otro ha puesto una escuela de lenguas con el dinero familiar, porque los bancos, después de lo de Shylock, no prestan.
A éste (a mi amigo, no a Shylock) lo visitó el 29 un piquete ugetero para informarle de la opinión que su actividad le merece al sindicato de clase: “¡Empresario! ¡Cabrón!”
Esa manada era correligionaria de un famoso consejero del Monte de Piedad del padre Piquer que este invierno le negó a mi amigo crédito para ayudar a montar la escuela. Se llama Pepe y vive como un tal: sindicalista, ugetero y con una idea de la empresa que yo no he visto en las “Empresas Sacras” del jesuita Núñez de Cepeda.
En cuanto a “cabrón” (“latine caper”), por el Cobarruvias sabemos que es símbolo de la lujuria y del demonio, en cuya figura gustan de aparecerse las brujas.
Y ahora, en la vuelta a la normalidad (sindicalistas al ocio y trabajadores al negocio), en el mismo papel de barba cuyo editorialista, escandalizado a lo Caifás, instaba a los políticos a parar la violencia (?) de Mourinho, se instruye a los lectores en el arte de la comprensión de piquetes y piquetas:
–La huelga general no es una fiesta.