viernes, 18 de noviembre de 2011

Saltar del barco

Madrid
Calle del Barco

Ignacio Ruiz Quintano
Abc

De la rumba bailada alrededor de un jamón (no otra cosa fue el zapaterismo rampante) al inminente rescate económico de un país en manos de cuatro bobos (¡ni la última cena de “Viridiana”!) a quienes muchos listos reían las gracias.

Las encuestas (con toda la cautela que, entre españoles, hay que poner en las encuestas) convierten a Rajoy casi, casi, en otro Primo de Rivera. No es mejor la herencia que reciba. El general de Jerez pasó a la Historia, entre otras cosas, por traer la luz eléctrica, y el registrador de Pontevedra deberá devolvérsela a todos los españoles que la tienen cortada por falta de pago.

A oscuras, España es el buque fantasma de Wagner (¡siempre Alemania!), condenado a ir errabundo de océano en océano.

Mas cuando un barco se hunde, nos dice ese Sábato que han traído a la sede madrileña del Cervantes, los pasajeros dejan sus juegos y frivolidades para enfrentar los grandes problemas finales de la existencia: es el caso de Izquierda Unida, con su ex rector social, su poeta social, su novelista social, su cineasta social… Todos despeinados y como acabados de levantar.

Por eso te quiero dentro –es su lema, como si con esas pintas se pudiera salir de casa.

Sus mantras: paz, educación, sanidad… y no pagar.

Lo de no pagar uno lo entiende hasta recién levantado. Lo demás, no.

Los que hemos trabajado por traer la democracia… –dice un tal doctor Baylos.

No creo en la democracia burguesa –confiesa (¡acabáramos!) el cinero Benito Rabal.

Y zanja la esquizofrenia Berzosa, con barbita...

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