Jorge Bustos
Y qué mejor sitio para ver hoy socialistas que un museo, visto lo visto el domingo. Eso han debido de pensar, con resuelta modestia, los de la Fundación Pablo Iglesias para justificar la exposición que acoge desde ayer el Museo de Historia de Madrid: El Socialista, 1886-2011: prensa y compromiso político. Por lo menos no eligieron el Museo de Ciencias Naturales, haciendo cohabitar la iconografía felipista con el esqueleto de brontosaurio.
En la inauguración, flanqueando al patriarca Guerra, comparecen Lissavetzky, Zerolo, Marcelino Iglesias y Alicia Moreno, que será concejala de Gallardón pero que allí se siente como una patata brava más en su salsa roja, no por nada tengo un amigo que la considera la Malraux en sandalias del plural Gallardón, cuyo pluralismo consiste en importar el tiqui-taca de Guardiola con los medios de izquierdas y el contragolpe de Mou con los de derechas. También asomaba la cabeza, entre una vetusta militancia de barbas innegociables y panas intempestivas, el diputado Rafa Simancas –“Si mancas, no conduzcas”–, a quien se le ha plateado el pelo de golpe porque desde Andreotti sabemos que el poder desgasta sobre todo a quien no lo tiene. De la nómina citada podría arrancarse el jinete de la sucesión, sin descartar al propio Alfonso Guerra, empeñado como está el Psoe en la negación no ya del materialismo histórico sino del propio paso del tiempo.
—¡Rubalcaba es más de lo mismo! –clamaba uno de aquellos vejetes, compañero de pupitre de Largo Caballero a juzgar por las arrugas, mientras otro de la misma quinta asentía con la cabeza.
—A ver si hacemos un poquito de autocrítica –va y le espeta una señora con descaro de miliciana a un patidifuso Lissavetzky.
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