Hughes
Cómo que dónde estaba ZP la noche electoral. Yo le vi, le vi en el morreo de los dos homosexuales que se colaron en la retransmisión de AlJazeera. Hablaba un locutor la murga del escrutinio para los árabes de las tertulias, que también los habrá, con el retablo clásico de los jóvenes peperos de fondo y sus inconfundibles ropas de abrigo (la derechona es un airón helado que baja de Navacerrada a los palacios), con ese aire de ocupación expectante, de balanceo del peso en una pierna, luego en otra, cubata en mano, que tienen las noches de celebración. Y ahí, ante esa España eterna que se retrasmitía al mundo, se coló una pareja de amigos que pasaron de amigos a amantes en un instante -la semilla siempre revolucionaria de lo gay-. Uno dirigía, porque en estas cosas siempre hay uno que dirige, y vigilaba el plano, primero, y se enroscaba al amigo después y así comenzaba el filetazo intenso. Que no se diga de un español, que esos muchachos le pusieron amor al beso, sentimiento al beso.
El eros chií vive una contradicción, un amor oscuro y una vida atropellada bajo las túnicas y las chilabas. El sexo con túnicas debe de ser muy aparatoso, la verdad. ¿Invocaban los jóvenes el morbo moro y goytisolo? ¿El Tánger idílico sin la pudibundez? ¿Un beso-un dátil, darse el lote en el oasis, bajo una palmera despeinada, ante la mirada siempre tolerante del camello? ¿O eran agentes postreros del amor zerolo, ése que malentendido por unos y otros, estaba llamado a ser una gran pansexualidad que llevase al morbo el amor al prójimo de las iglesias? ¿Querían los muchachos liberar el morbo chiíta, abrir la sharía al eros invertido?
El naciente ZP tenía, casi sin saberlo, con la involuntaria genialidad de los mendrugos, el afán interrogatorio y el universalismo pop de su alianza. ¿No habría que haberla llevado a cumplimiento pleno exigiendo la ratificación de la cláusula zerola por el 'otro', moro? El organismo espectral de la Alianza, con su diplomacia líquida, debería haber extendido las doctrinas de Zerolo.
Y esos muchachos, entre la broma y la provocación, lo que hicieron fue dar a su beso calidad de testimonio, de beso de cartier, de beso bélico el día de la ocupación sensata. Hay un revolucionarismo low-cost, hecho en casa, una revolución al mes, de rápido consumo que uno se puede organizar con sólo un poco de tecnología. Como la muchacha del pubis realista (hay que ver lo que se parece un coño egipcio a uno de Albacete...), estos dos cachondos lanzaban al mundo veterotestamentario y carca de lo mahometano, la evidencia de las formas, la saliva y la piel.
Herederos de Stonewall, postreros diplomáticos de ZP, mejores que el mismo zapaterismo. Quiero pensar, por no dar por perdida dos legislaturas, que en ellos estaba lo que habrá de quedar de ZP: la visibilización (palabro) del beso gay, que en Irán será beso bigotudo hasta que sucesivas revoluciones lleven allí la metrosexualidad; el comerse la boca por principio, que era el verdadero talante. Aperturismo de dos que querían abrirles a los árabes el capullo carmesí (¡Oh, Gala!) de otra primavera, mientras los jóvenes azules se contaban chistes verdes sobre la prima de riesgo, en la noche del beso sereno y celoso de Viri y Mariano.
Los Objetos Perdidos
22 de Noviembre
Cómo que dónde estaba ZP la noche electoral. Yo le vi, le vi en el morreo de los dos homosexuales que se colaron en la retransmisión de AlJazeera. Hablaba un locutor la murga del escrutinio para los árabes de las tertulias, que también los habrá, con el retablo clásico de los jóvenes peperos de fondo y sus inconfundibles ropas de abrigo (la derechona es un airón helado que baja de Navacerrada a los palacios), con ese aire de ocupación expectante, de balanceo del peso en una pierna, luego en otra, cubata en mano, que tienen las noches de celebración. Y ahí, ante esa España eterna que se retrasmitía al mundo, se coló una pareja de amigos que pasaron de amigos a amantes en un instante -la semilla siempre revolucionaria de lo gay-. Uno dirigía, porque en estas cosas siempre hay uno que dirige, y vigilaba el plano, primero, y se enroscaba al amigo después y así comenzaba el filetazo intenso. Que no se diga de un español, que esos muchachos le pusieron amor al beso, sentimiento al beso.
El eros chií vive una contradicción, un amor oscuro y una vida atropellada bajo las túnicas y las chilabas. El sexo con túnicas debe de ser muy aparatoso, la verdad. ¿Invocaban los jóvenes el morbo moro y goytisolo? ¿El Tánger idílico sin la pudibundez? ¿Un beso-un dátil, darse el lote en el oasis, bajo una palmera despeinada, ante la mirada siempre tolerante del camello? ¿O eran agentes postreros del amor zerolo, ése que malentendido por unos y otros, estaba llamado a ser una gran pansexualidad que llevase al morbo el amor al prójimo de las iglesias? ¿Querían los muchachos liberar el morbo chiíta, abrir la sharía al eros invertido?
El naciente ZP tenía, casi sin saberlo, con la involuntaria genialidad de los mendrugos, el afán interrogatorio y el universalismo pop de su alianza. ¿No habría que haberla llevado a cumplimiento pleno exigiendo la ratificación de la cláusula zerola por el 'otro', moro? El organismo espectral de la Alianza, con su diplomacia líquida, debería haber extendido las doctrinas de Zerolo.
Y esos muchachos, entre la broma y la provocación, lo que hicieron fue dar a su beso calidad de testimonio, de beso de cartier, de beso bélico el día de la ocupación sensata. Hay un revolucionarismo low-cost, hecho en casa, una revolución al mes, de rápido consumo que uno se puede organizar con sólo un poco de tecnología. Como la muchacha del pubis realista (hay que ver lo que se parece un coño egipcio a uno de Albacete...), estos dos cachondos lanzaban al mundo veterotestamentario y carca de lo mahometano, la evidencia de las formas, la saliva y la piel.
Herederos de Stonewall, postreros diplomáticos de ZP, mejores que el mismo zapaterismo. Quiero pensar, por no dar por perdida dos legislaturas, que en ellos estaba lo que habrá de quedar de ZP: la visibilización (palabro) del beso gay, que en Irán será beso bigotudo hasta que sucesivas revoluciones lleven allí la metrosexualidad; el comerse la boca por principio, que era el verdadero talante. Aperturismo de dos que querían abrirles a los árabes el capullo carmesí (¡Oh, Gala!) de otra primavera, mientras los jóvenes azules se contaban chistes verdes sobre la prima de riesgo, en la noche del beso sereno y celoso de Viri y Mariano.
Los Objetos Perdidos
22 de Noviembre