Jorge Bustos
Espacio cardioprotegido. Ante una persona tendida en el suelo, por favor avise inmediatamente al personal del centro”. Adherida a la mampara de la garita de acreditaciones, esta pegatina –trasunto plastificado de aquella tétrica advertencia con que Dante rubricó las puertas del infierno– recibía con todo su irónico simbolismo a este cronista a su llegada a Ferraz en la tarde de ayer. No añadía qué hacer en el caso de que la persona que nos encontráramos tendida en el suelo fuera el propio Rubalcaba al término de un escrutinio literalmente descorazonador. El desfibrilador que desfibrile a un PSOE tendido y tundido, buen desfibrilador será.
Atardecía en un Ferraz con efe de funeraria mejor que con efe de fiesta-de-la-democracia. La humedad del crepúsculo, el cinismo profético de los redactores y el filtrado de las primeras israelitas componían a la lorquiana hora de las cinco de la tarde una estampa muy Hitchcock. Faltaba un cuervo posado sobre el puño y la rosa de la entrada y graznando a cada periodista que pasara por debajo. No nos abrieron la puerta, por cierto, hasta las seis, así que uno se fue al bar a hacer tiempo y provisión de cafeína. El bar está vacío como ojo de tuerto y sondeo al barman, fuente acreditadísima de costumbrismo.
—Esto está helao. ¡En otras elecciones ya estaba petado a estas horas!
Entra un colega veterano de un diario nacional y se tira directamente al gin-tonic:
—La noche va a ser larga —comenta a modo de excusa.
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