Ignacio Ruiz Quintano
Abc
En política, España es una abstracción, pero con vistas al cajón del pan.
Me gusta lo que de Mourinho muestra Rajoy: no dar su brazo a torcer, tener a los tertulianos a pan duro… Pasamos de no comer pan, que engordaba, a no comer más que pan, y en Madrid se inauguran panaderías (¡de lujo!) como antes delegaciones de Hacienda.
En la calle, España es una princesa que come poco y cinco millones de parados que pronto podrían no comer nada, mientras Barcelona y Madrid se pegan por las estrellas Michelín al arte de cocinar.
–Soy un artista –dijo un día, en Nueva York, un cocinero a unos matrimonios de intelectuales españoles a la mesa.
Le cayó la del pulpo. Lo primero que pensaron tanto los maridos como las señoras fue (y transcribo): “¿Usted sabe la cantidad de talento real que emana de las cabezas de esta mesa?”
Azaña (“poeta dentro de un sapo”), que vuelve al Congreso apadrinado por Bono y Llamazares, soñó que el Rey le decía que quería hacer algo grande por España, pero él no le creía. “¿Por qué?” “Porque no es usted artista”.
Sin ser artista no se puede ser hombre de Estado como Guerra, a quien el hambre aguza el ingenio y, pensando en un líder para la izquierda, dice, de pronto, cosas lúcidas: “Ni jovencitos al poder ni mujeres primero: hay que buscar a los mejores”. Y entonces un tuitero apunta a Ramoncín, que podría ser el Claudio que huele a pollo frito tras de la cortina.
Llegan las comidas de Navidad y en los restaurantes de Madrid nos esperan como los cocodrilos a los ñus en las charcas del Kalahari.
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