Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Tengo una amiga de campo que necesita un cartel de “Perro peligroso” para colgarlo en la puerta: se trata de que los allanadores de morada, si se llevaran un mordisco del can que habita en la casa, no pudieran quejarse de no estar avisados. “Perro peligroso”, y sobre la leyenda, una cabeza de mastín, por si los allanadores de morada no dominaran lenguas indoeuropeas.
¡Quiá!
–¿Perro peligroso? De eso no tenemos nada. Pero tenemos estos de “Perros no” que a lo mejor le sirven.
Así en las mejores ferreterías de Madrid.
Hemos visto perros callejeros correr entre los bólidos de Bernie Ecclestone en la carrera de chóferes de Delhi, en India, y me dicen que el último grito en “merchandaisin” es dotar al cánido de luces de gálibo y posición para que, ahora que anochece después de comer, los mandriles del ciclismo de acera no atropellen a los perros que salen a darse un paseo por el Madrid taiwanizado de Gallardón.
–¿A darse un paseo o a hacer de cuerpo? –protesta un amigo parado que odia a los perros de piso, pero que va a emplear la indemnización de su despido en un cementerio de perros, que es el negocio más boyante que los estudiosos del mercado ofrecen en la capital.
Perra vida, perra muerte.
Los enemigos del perro son Pla (al que ya despachó bien Manuel Halcón), el Ayuntamiento y el Islam.
Creo que es don Emilio García Gómez quien relata en una Tercera el caso del presidente turco Bayar: de visita en Afganistán, se lleva del rey el regalo de dos galgos afganos cuyo destino final es el zoológico de Ankara, con este letrero:
–Canis domesticus.
Yo también he llegado a la conclusión de que, si el perro tiene tantos amigos entre nosotros, es porque mueve la cola y no la lengua.
Abc
Tengo una amiga de campo que necesita un cartel de “Perro peligroso” para colgarlo en la puerta: se trata de que los allanadores de morada, si se llevaran un mordisco del can que habita en la casa, no pudieran quejarse de no estar avisados. “Perro peligroso”, y sobre la leyenda, una cabeza de mastín, por si los allanadores de morada no dominaran lenguas indoeuropeas.
¡Quiá!
–¿Perro peligroso? De eso no tenemos nada. Pero tenemos estos de “Perros no” que a lo mejor le sirven.
Así en las mejores ferreterías de Madrid.
Hemos visto perros callejeros correr entre los bólidos de Bernie Ecclestone en la carrera de chóferes de Delhi, en India, y me dicen que el último grito en “merchandaisin” es dotar al cánido de luces de gálibo y posición para que, ahora que anochece después de comer, los mandriles del ciclismo de acera no atropellen a los perros que salen a darse un paseo por el Madrid taiwanizado de Gallardón.
–¿A darse un paseo o a hacer de cuerpo? –protesta un amigo parado que odia a los perros de piso, pero que va a emplear la indemnización de su despido en un cementerio de perros, que es el negocio más boyante que los estudiosos del mercado ofrecen en la capital.
Perra vida, perra muerte.
Los enemigos del perro son Pla (al que ya despachó bien Manuel Halcón), el Ayuntamiento y el Islam.
Creo que es don Emilio García Gómez quien relata en una Tercera el caso del presidente turco Bayar: de visita en Afganistán, se lleva del rey el regalo de dos galgos afganos cuyo destino final es el zoológico de Ankara, con este letrero:
–Canis domesticus.
Yo también he llegado a la conclusión de que, si el perro tiene tantos amigos entre nosotros, es porque mueve la cola y no la lengua.