Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Ahora que lo de Rajoy, el lector del “Marca”, ya parece imparable, sale el “As” con unas israelitas hechas a pie de torno en los estadios a Pepe el Hincha (hincha del Pedrusco F. C. en la imaginación de Peñarroya) para regalarle a Zapatero, el leonés que se declara culé por j…, un final digno de Azaña:
–España ha dejado de ser merengue.
No es fácil escribir de estas cosas con los cazas libios de María del Carmén Chacón moscardeando en el cielo de la hispanidad madrileña, pero mañana se cumplen ochenta años de la más famosa majadería proferida por Azaña, “el escritor sin lectores”, en la tribuna del Congreso: “España ha dejado de ser católica”.
Merced a ese prestigio que España acostumbra conceder a los escritores sin lectores (hasta Aznar hacía pesas con los diarios de Azaña), todo el mundo tomó la “boutade” del mármol alcalaíno como chisguete de leche de tigre.
Todo el mundo, menos Camba, que hubo de explicar para los bobos solemnes que todos los españoles éramos católicos, aunque lo ignoráramos y no pusiéramos jamás los pies en una iglesia, razón por la cual descatolizar era lo mismo que desespañolizar.
–En Tejas el ser católico es todavía ser mejicano, y el ser mejicano es aún ser español, y, para eliminar del Estado toda influencia española, se toma el protestantismo como si fuera un producto industrial y se hace de él una propaganda furibunda con anuncios luminosos, premios en metálico, conciertos, conferencias…
En las israelitas del “As” sale que los españoles se han pasado del Madrid al Barcelona. Es decir, del fascismo asignado al Madrid (“nazi” llaman sin escándalo al entrenador merengue –católico, por cierto– en la prensa de mayor progreso) al buenismo asignado al Barcelona (“Gandhi”, han llamado con sorna al entrenador culé en el extranjero) y también, por tactismo político, a una cosa denominada “la Roja”, de modo que, para la propaganda, una tangana en el Madrid es “Pulp Fiction”, pero la misma tangana en “la Roja” es “La canción de Bernadette”; y una suplencia de Casillas en el Trofeo Bernabéu revela a un Hannibal Lecter bajo la máscara de Mourinho, pero una suplencia de Casillas (impidiéndole batir un récord de Zubizarreta) en “la Roja” revela la munificencia y mano izquierda de un marqués comprometido con el mundo del progreso.
Ocurre que la hegemonía cultural española corresponde a esa izquierda cuyo afán único a lo largo del último cuarto de siglo, en palabras de García Domínguez, es la deconstrucción de la idea misma de España en comandita con los micronacionalistas.
–España se pasa del Madrid al Barça.
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Ahora que lo de Rajoy, el lector del “Marca”, ya parece imparable, sale el “As” con unas israelitas hechas a pie de torno en los estadios a Pepe el Hincha (hincha del Pedrusco F. C. en la imaginación de Peñarroya) para regalarle a Zapatero, el leonés que se declara culé por j…, un final digno de Azaña:
–España ha dejado de ser merengue.
No es fácil escribir de estas cosas con los cazas libios de María del Carmén Chacón moscardeando en el cielo de la hispanidad madrileña, pero mañana se cumplen ochenta años de la más famosa majadería proferida por Azaña, “el escritor sin lectores”, en la tribuna del Congreso: “España ha dejado de ser católica”.
Merced a ese prestigio que España acostumbra conceder a los escritores sin lectores (hasta Aznar hacía pesas con los diarios de Azaña), todo el mundo tomó la “boutade” del mármol alcalaíno como chisguete de leche de tigre.
Todo el mundo, menos Camba, que hubo de explicar para los bobos solemnes que todos los españoles éramos católicos, aunque lo ignoráramos y no pusiéramos jamás los pies en una iglesia, razón por la cual descatolizar era lo mismo que desespañolizar.
–En Tejas el ser católico es todavía ser mejicano, y el ser mejicano es aún ser español, y, para eliminar del Estado toda influencia española, se toma el protestantismo como si fuera un producto industrial y se hace de él una propaganda furibunda con anuncios luminosos, premios en metálico, conciertos, conferencias…
En las israelitas del “As” sale que los españoles se han pasado del Madrid al Barcelona. Es decir, del fascismo asignado al Madrid (“nazi” llaman sin escándalo al entrenador merengue –católico, por cierto– en la prensa de mayor progreso) al buenismo asignado al Barcelona (“Gandhi”, han llamado con sorna al entrenador culé en el extranjero) y también, por tactismo político, a una cosa denominada “la Roja”, de modo que, para la propaganda, una tangana en el Madrid es “Pulp Fiction”, pero la misma tangana en “la Roja” es “La canción de Bernadette”; y una suplencia de Casillas en el Trofeo Bernabéu revela a un Hannibal Lecter bajo la máscara de Mourinho, pero una suplencia de Casillas (impidiéndole batir un récord de Zubizarreta) en “la Roja” revela la munificencia y mano izquierda de un marqués comprometido con el mundo del progreso.
Ocurre que la hegemonía cultural española corresponde a esa izquierda cuyo afán único a lo largo del último cuarto de siglo, en palabras de García Domínguez, es la deconstrucción de la idea misma de España en comandita con los micronacionalistas.
–España se pasa del Madrid al Barça.
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