Jorge Bustos
Esperaba desayunarme ayer con las prestigiosas cogitaciones de Bernard-Henry Lévy, que se las echa de heredero de Camus, la más brillante entre las mentes brillantes que han estado estos días centelleando en el Palacio de los Deportes de Madrid, en el marco del congreso “El ser creativo”. BHL es el philosophe que nació entre los adoquines del Mayo francés, creció a los pechos del socialista Mitterrand –su padrino de boda– y se ha reproducido crematísticamente bajo la égida de Sarko, a quien una noche llamó por teléfono para convencerle de la necesidad de introducir entre los caudalosos morros de Gadafi –primero gato de Occidente y de súbito perro del desierto, en politología mourinhista– unas cucharaditas de jarabe de caza humanitario, operación que descabalgaría del corcel pacifista a nuestra Carme, que corrió a coger su fusil.
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