Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Por los gritos de la otra noche en San Mamés, la cosa parece muy avanzada, y pronto tendremos que compartir el alterne, reducido por la crisis a un cigarro en la acera y a un botellín en el bar, con damas y caballeros capaces de haberse llevado por delante a veinte o veinticinco personas.
–¿Y de qué hablas con una tía o un tío así?
Al público de hoy sólo le preocupa la conversación.
Uno nunca sabe cómo afrontar ese momento platónico en que un asesino múltiple, con un botellín en la mano, te da una palmada en el hombro mientras te dice:
–¿Cómo va esa vida?
El “Financial Times”, periódico peticionario del “indulto o la libertad condicional” para nuestros asesinos múltiples (siempre que estos acrediten una motivación progresista), podría publicar una guía de cortesías útiles para abordar sin prejuicios fascistas cualquier conversación con esos productores sociales de “occisos” y “lagos hemáticos” que van a salir a la calle.
Al margen del “Financial Times”, mi consejo para salir del paso (histórico) que se nos viene encima es el misticismo o el cinismo, los dos únicos caminos que quedan para quienes, como dijo el clásico, “pensamos y sentimos contra todos los demás”:
–Misticismo, o renuncia admirable a todo lo que esta vida miserable ofrece, o cinismo, que es decir aprovechamiento alegre y anárquico de todo lo que se pueda sacar de una sociedad depravada e imbécil en beneficio de nuestros sagrados caprichos.
Han ganado los Soprano.
En cínico, eso significa que, para disfrutar del perro, hay que entenderse con las pulgas.
–Y pensé que en este país estamos tan jodidos –anota Salcedo Ramos en una de sus magistrales crónicas colombianas– que al final el único recurso que nos queda es darle las gracias a los canallas.
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Abc
Por los gritos de la otra noche en San Mamés, la cosa parece muy avanzada, y pronto tendremos que compartir el alterne, reducido por la crisis a un cigarro en la acera y a un botellín en el bar, con damas y caballeros capaces de haberse llevado por delante a veinte o veinticinco personas.
–¿Y de qué hablas con una tía o un tío así?
Al público de hoy sólo le preocupa la conversación.
Uno nunca sabe cómo afrontar ese momento platónico en que un asesino múltiple, con un botellín en la mano, te da una palmada en el hombro mientras te dice:
–¿Cómo va esa vida?
El “Financial Times”, periódico peticionario del “indulto o la libertad condicional” para nuestros asesinos múltiples (siempre que estos acrediten una motivación progresista), podría publicar una guía de cortesías útiles para abordar sin prejuicios fascistas cualquier conversación con esos productores sociales de “occisos” y “lagos hemáticos” que van a salir a la calle.
Al margen del “Financial Times”, mi consejo para salir del paso (histórico) que se nos viene encima es el misticismo o el cinismo, los dos únicos caminos que quedan para quienes, como dijo el clásico, “pensamos y sentimos contra todos los demás”:
–Misticismo, o renuncia admirable a todo lo que esta vida miserable ofrece, o cinismo, que es decir aprovechamiento alegre y anárquico de todo lo que se pueda sacar de una sociedad depravada e imbécil en beneficio de nuestros sagrados caprichos.
Han ganado los Soprano.
En cínico, eso significa que, para disfrutar del perro, hay que entenderse con las pulgas.
–Y pensé que en este país estamos tan jodidos –anota Salcedo Ramos en una de sus magistrales crónicas colombianas– que al final el único recurso que nos queda es darle las gracias a los canallas.
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