Jorge Bustos
Se maravillaba ya uno de que la calle Alcalá llevara la friolera de dos o más días sin ser militarizada por la indignación del krausismo docente, o del flautismo guevariano o de la asociación de amas de casa contra la abrasión cutánea por acetona cuando me dieron el queo del homenaje que rindió ayer la zeja a la cana, y esto no es la exégesis de un retrato de Gallardón. Era el abajofirmismo cultural poniendo los tubos a Zapatero con Gaspi en el Círculo de Bellas Artes: amenazaban con su asistencia Pilar Bardem, Lucía Etxebarría, Miguel Ríos, Regàs, Beto San Juan, Juanjo Millás y asimilados. Ya ven ustedes, cineros, autores, tíos y tías que cantan o escriben –¡y que incluso publican!– unos tomazos infestados de preocupación social con los que podríamos calzar la sillería del coro de la catedral de Toledo. Son gente sensible que te rilas, desinteresada, modesta y coherente hasta el tuétano, gente de la cultura en general que, sobre la dedicación a sus extenuantes creaciones, sacan tiempo para orientarnos en la selva antisocial del capitalismo, donde uno, cualquier tarde, puede atracarse de mediasnoches de Nocilla sin que le cruce por el caletre una mísera vez la visión de un campamento saharaui. ¿Y qué haríamos sin el candil de sus denuncias nada más que embestir a las paredes de la caverna, nosotros, pobres pitecántropos?
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Se maravillaba ya uno de que la calle Alcalá llevara la friolera de dos o más días sin ser militarizada por la indignación del krausismo docente, o del flautismo guevariano o de la asociación de amas de casa contra la abrasión cutánea por acetona cuando me dieron el queo del homenaje que rindió ayer la zeja a la cana, y esto no es la exégesis de un retrato de Gallardón. Era el abajofirmismo cultural poniendo los tubos a Zapatero con Gaspi en el Círculo de Bellas Artes: amenazaban con su asistencia Pilar Bardem, Lucía Etxebarría, Miguel Ríos, Regàs, Beto San Juan, Juanjo Millás y asimilados. Ya ven ustedes, cineros, autores, tíos y tías que cantan o escriben –¡y que incluso publican!– unos tomazos infestados de preocupación social con los que podríamos calzar la sillería del coro de la catedral de Toledo. Son gente sensible que te rilas, desinteresada, modesta y coherente hasta el tuétano, gente de la cultura en general que, sobre la dedicación a sus extenuantes creaciones, sacan tiempo para orientarnos en la selva antisocial del capitalismo, donde uno, cualquier tarde, puede atracarse de mediasnoches de Nocilla sin que le cruce por el caletre una mísera vez la visión de un campamento saharaui. ¿Y qué haríamos sin el candil de sus denuncias nada más que embestir a las paredes de la caverna, nosotros, pobres pitecántropos?
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